viernes, 25 de octubre de 2019

LA COCINA DEL AMOR. 4- BUDÍN DE MANDARINAS NACIONAL Y POPULAR

Hace más de diez años, invierno de 2009 circa, visité a mi amigo Ruly a una hermosa casa de campo que tenía con su mujer en Mercedes. Fue con mi entonces novio, pasamos una linda tarde, y nos vinimos de vuelta con una bolsa repleta de mandarinas cosechadas in situ. 

¿Qué hacer con tantas mandarinas?, me pregunté, y me puse a buscar recetas por ahí. En alguna página, encontré budines. Elegí una opción. Hice mi primer budín de mandarinas. Se me quemó un poco en la base y en los bordes. 

Entonces seguí probando y pidiendo consejos. Alguien me dijo que pusiera debajo de la budinera una fuente con agua. Así lo hice, y también aprendí a regular mejor la temperatura. Empezaron a salir mejor. 

Después se me ocurrió una variante a la original de glasear: le tiré trocitos de chocolate amargo. Ya fueron dos variantes. 

Y después probé la misma receta con limones y naranjas, y también salieron bien. 

Pero el que empezó a crecer como leyenda (ah reee) es el budín de mandarinas.

Lo hice con mi nieto, cuando vino a la Argentina. 
Lo llevé a cada asado al que me invitaron, como humilde ofrenda. 
Lo compartí en las fiestas familiares y en cumpleaños de amigxs.
Lo ofrecí junto con Brigadistas en alguna presentación.
Lo llevaré hoy a La Tribu para festejar el pase de River a la final de la Libertadores. 
Lo logré entrar a la cárcel de Devoto para festejar mi propio cumpleaños, el primer día de este octubre interminable y hasta ahora maravilloso. 
Lo comimos con amigues viendo el Mundial 2014 y el debate del 13 de octubre. 
Lo ofrecí como atractivo en #TalleresEnCasa y también en los #TalleresEnElGaleano

Y lo llevaré el próximo domingo 27 a mi mesa de votación, en la que seré autoridad. 

He compartido la receta decenas de veces, aquí va de nuevo. 
No es mía, y la verdad es que ni recuerdo de dónde la saqué, de qué página o sitio. La vengo copiando desde hace diez años igual a la primera vez. Va con algunas observaciones mías en negrita: 

Budín de Mandarina

Mandarinas: dos unidades (si son chiquitas, uso tres)
Huevos: tres
Azúcar: dos tazas (mi medida ideal es una vieja taza de té de Rigolleau)
Aceite (no de oliva) (yo uso de girasol): un poquito menos de una taza 
Harina 0000: tres tazas
Polvo leudante: tres cucharaditas colmadas (bien colmadas)
Puede usarse harina leudante para no correr riesgos (yo siempre uso harina leudante)

Primero procesás o licuás los gajos y las cáscaras todo junto sin agregar nada de líquido extra (Ojo, muy importante: corten las mandarinas en trozos, y retiren con mucho cuidado todas las semillitas. Los trozos van enteros, con cáscara, a la licuadora).
Cuando conseguís un puré lo colocás en un recipiente donde vas a hacer la mezcla, agregás ahí el azúcar y el aceite y  batís, no necesariamente tenés que batir con batidor de alambre (yo sí uso batidor de alambre), yo lo hago con una cuchara de madera, una vez integrado esto le agregás de a uno los huevos y vas integrando todo, por último vas agregando la harina tamizada, nunca te olvides de este paso (tamizar bien la harina) y agregale una pizca de sal. Hecha la mezcla, la colocás en un molde para budín enmantecado y enharinado y lo cocinás en horno precalentado moderado hasta que al introducir un palillo o un cuchillo sale limpio (yo lo pongo sobre una fuente honda con dos dedos de agua)
Consejo: 
Hacele un baño de glasé ni bien lo retires del honro, lo desmoldás, lo colocás sobre una rejilla y lo glaseás con unas cucharadas de azúcar impalpable diluidas en unas cucharaditas de jugo de limón o naranja o algún licor a tu gusto (yo el glasé lo hago con agua tibia. Si tengo, le agrego encima frutos secos. Otra opción, que a veces combino, es ponerle pedacitos de chocolate amargo en crudo, es decir, luego de volcar la mezcla en el molde)

En estos días han aparecido recetas macristas de budín de mandarinas. 
No les den bola
El nacional y popular es este. 
Los otros #SeVan. 















domingo, 22 de septiembre de 2019

4 AÑOS.


¿Cómo fue posible pasar estos casi cuatro años?
¿Cómo pudimos?
Este es mi cómo pude, que fue con otros y otras, claro.

Despedirte con decenas de miles en la Plaza de Mayo, irme cantando vamos a volver, abrazada por los bocinazos de un laburante desde un camión de limpieza.
Escuchar a Liliana Herrero en el Centro Cultural Kirchner, hacer una última recorrida por allí, escribir en un libro de visitas del CCK que amábamos a Cristina y a Néstor.
Ir con Nati a abrazar el Archivo Nacional de la Memoria.
Ir a Tecnópolis, abrazar compañeras, cantar vamos a volver.
Ver a Axel en Parque Centenario.
Ver a Zaffa en Plaza Irlanda.
Despedir el año en La Florida.
Defender a Milagro, desde el primer día, ir a verla con Nati, sin saber que era lo último que Nati hacía con alegría y compromiso.
Comenzar a recibir denuncias de casos de violencia estatal desembozada: pedidos de documentos, detenciones arbitrarias, hostigamientos por circular con una remera con la cara del Che o de Cristina o de Néstor.
Construir el Registro de Casos de Violencia Estatal.
Ir a Mar del Plata esperando volver con Carlitos. Volvernos solas. Abrazarnos en ese dolor inesperado y brutal.
La Leona. Gabo.
Las leonas. 
Volver a Nicaragua.
Las charlas en el Suzukito. Las risas.
Volver a las pistas como promesa.
Un arco iris.
Unos besos desatinados.
Los proyectos, aún los inconclusos.
Una tarde, dos tardes con Bayer.
Tamara.
Chapa.
Despedirte, Nati de mi corazón.
Seguir con La Cocina...
La Difunta, una vez, y otra vez y otra vez.
Las reuniones de primos, primas, tíos, tías. Los asados de la mesa chica. 
La música. Potemkin, Balbis.
Recitales, sola "¿Por qué no?". Y con vos y con vos y con vos.
La chacarera, el cumpleaños de la Abuela Carabajal.
Los pibes, sus abrazos.
Las pibas, sus abrazos.
El nene, allá y acá.
Armar la Red Argentina No Baja. Dar pelea, ganar, por esa vez.
Volver a la Roma del viejo. Conocer la Sicilia de la abuela Carmen.
Retornar a la Barcelona que amo, encontrarme una y otra vez con ustedes.
Angela Davis, un prólogo.
El acto en Racing.
Las marchas: por la educación, contra la reforma previsional, por Santiago. Caminamos, cantamos, nos reprimen. Recorrer comisarías. Buscar a este y a aquella. Ser abogada de cualquiera, de todos y cada una. Una tarde frío y lluvia en Comodoro Py.
La música. Tengo mi sonrisa. Catarata de amor.
Garchar con vos, con vos y con vos. Sobre todo, con vos. Tus besos.
Lugares que son El lugar.
Los 120...
Los brigadistas. Las brigadistas. Los abrazos recuperados.
Buscar a Leo. Encontrarlo en carnaval.
Los encuentros en Rufino, en Rosario, en Mar de Ajó.
Los cumpleaños festejados.
Los 55 en La Habana.
Las pizzas, los asados al sol, los amigos y amigas de facebook y de tuiter.
Andar en moto.
El Indio en Olavarría.
Los libros regalados y recibidos.
Los libros prestados.
Enseñar.
Aprender.
Viajar, viajar y viajar. Por gusto, para dar clases, para presentar libros, para participar en Congresos, para agradecer. En avión, micro, auto, tren.
El Suzukito.
El amigo y el Suzukito.
Soñar.
Mi hijo.
Las chicas.
Los bebitos, las bebitas que vinieron y vienen.
River. Dos veces en seis meses. El 9/12/18 sin saber el resultado hasta que lo supe mirando Telesur. Vivirlo en La Habana, gritar como loca, reír y reír con #Nieto.
Voces amadas, escucharte, escucharlas. 
Los #TalleresEnCasa
Los #BudinesDeMandarina.
La Habana con las amigas y los hijos.
Un juicio ganado, el primero con mi amiga bogabostera.
Militar el aborto legal, seguro y gratuito. Perder esta vez.
Abogar, elegir casos, compartirlos como militancia.
Avanzar en una causa, esa que sacamos del olvido, ya nunca más motín. Pelear contra la demolición de Devoto.
Hacer radio en la cárcel. La Tribu como una de mis casas.
Presentar Los 120 en La Habana.
Escribir, escribir y escribir. En Almagro, en Trevelin, en Rosario, en Mar de Ajó.
Volver a oponernos a la baja. Ganar otra vez.
Publicar Brigadistas.
Con vos y Sinceramente en La Rural.
Una mañana, escuchar tu mensaje en la radio: Fernández-Fernández.
#EsConTodos como continuidad de #Hay2019. Amigarse.
Presentar Brigadistas. La primera vez, a los 40 años de la Revolución Sandinista. El jefe. Tus palabras. Reír como condición. Cantar con el hijo y con el compañero.
Recordar.
Cantar, siempre cantar.
Bailar, como sea.
Pelear, marchar, resistir, contar, llorar de emoción y de tristeza y de alegría.

Todavía no ganamos nada.
Contamos los días.
(Faltan) 8 de setiembre.
(Faltan) 27 de octubre.
Treinta y cinco días para la victoria que soñamos.
Y después esperar hasta el 10 de diciembre. Hasta que la pesadilla termine.
Nos emborracharemos, bailaremos, nos abrazaremos con uno y con otra, de a muches.
Quizá sea más hermoso soñarlo que vivirlo.

Claudia Cesaroni, 22 de setiembre de 2019.

viernes, 26 de julio de 2019

SI LO HUBIERA SOÑADO, NO LO HUBIERA PODIDO SOÑAR TAN HERMOSO









El 3 de abril de 2019 participé en una actividad hermosa en un lugar encantador. Las compañeras del proyecto Aula Vereda me invitaron a conversar con Darío Z sobre "Niñeces libres" en Hasta Trilce, un espacio que yo conocía apenas por haber ido una o dos veces. 

Desde allí, le mandé un audio a Rafael Solano, uno de los brigadistas de la Brigada del Café, protagonista de mi libro que en ese momento estaba por terminar de escribir. Le dije a Rafa que ese lugar podía ser ideal para presentar el libro, con su participación, con música revolucionaria, con algún "sketch". "Ya lo estoy maquinando", cerré el audio.  Rafa me dijo que sí en seguida, y lo empezamos a armar juntos. 

El 19 de abril fui a ver a Alejandro Balbis a Hasta Trilce, y seguimos pensando cómo sería, tres meses después, nuestra presentación. 

El 8 de mayo nos juntamos con el Rafa. Cuando llegó, yo estaba escuchando, como todas las tardes que estoy en mi casa, la radio. Y en la radio, a Pablo Caruso y el equipo de Que vuelvan las ideas, por la 750. Rafa también lo escuchaba, y me propuso que lo invitáramos a la presentación. Tardé un segundo en coincidir con él: no solo escucho a Pablo, sino que lo quiero, y a esta altura me siento partícipe indirecta del programa. Al día siguiente, 9 de mayo, en la presentación de Sinceramente en la Feria del Libro, me crucé con Pablo y le pregunté si no querría acompañarme en la de Brigadistas. Me dijo que sí, que con todo gusto, aunque no entendía bien por qué él. Le expliqué los motivos, y además le recordé que, al momento de decidirme a escribir, él había sido una de las personas a las que le había preguntado si le parecía un proyecto interesante (la respuesta, en el libro) 

Del 18 de abril tengo un archivo en la compu que se llama "Brigadistas final". Sin embargo, no lo fue. Desde ese día hasta el 23 de junio, junto con Alejandro Schmied corregimos una y mil veces el texto. Un día después fue a imprenta. 

A partir de entonces...  ansiedad. Incluso discutí con Ale, que es "mi" editor, pero sobre todo una persona que quiero entrañablemente. El libro se había vendido en preventa, unos doscientos ejemplares que nos permitieron pagar la impresión, y yo me había comprometido a que estuviera el 1/7, pero estuvo el 10/7, y a mí me parecía catastrófico, pero no pasó nada! Nadie se quejó, el libro estuvo hermoso y a tiempo para la presentación. Ese fin de semana pude alcanzarle uno a Pablo, que lo quería "físico", aunque ya lo tenía en pdf. 

Todo parecía marchar. 
Dos días antes, el miércoles 17, Pablo me dice que no llega a leerlo, y me pregunta si quiero que se baje. 
A mí, que soy propensa a la desmesura, se me cayó el mundo. Wasapes frenéticos de ida y vuelta, incluidos los "si te parece horrible, decímelo, todo bien" y "no me hagas llorar". Finalmente, Pablo terminó de leerlo, y me prometió, no solo que iba a venir, sino que iba a ser una tarde hermosa. 
Yo, que parezco tan racional a veces, cuando la gente que quiero me dice que todo va a estar bien, me convenzo fácil. También me lo dijo Rafa. Y Aníbal. Y mis dos pilares, Vivi y Lucía. Y Enzo. Y Juanca. Diego, otro entrañable mío, me dijo que todo iba a salir mal, que nada podía hacer para evitarlo, así que más vale me relajara. Y me hizo reír, y también me tranquilizó. Entonces me convencí que sí, que iba a estar bien. 

Pero no estuvo bien. 
Estuvo mejor que si lo hubiera soñado. Si lo hubiera soñado, no hubiera podido soñarlo tan hermoso
Escribo esto, y estoy llorando. 
De emoción, de alegría, de descarga, de extrañar un poco también ese viernes que pasó solo hace una semana, y que será irrepetible. 
Y que se completa con Juanca, Daniel y Lu en mi casa, antes y después de la presentación. 
Y con Garra, nuestro jefe, emocionado, diciendo cosas que hace años no escuchamos.
Y Aníbal, contando cómo fue que este libro que nos cuenta tomó forma. 
Y Lu, leyendo sus cartas.
Y Alfredo, haciéndonos reír a carcajadas.
Y Rafa, presentando y diciendo de qué se trataba ese encuentro, ese día, a 40 años de la Revolución que nos había juntado.

Y Tomás y Sebastián, cantando hermoso. 
Y Pablo, valorando pasado y presente, nuestras alas y nuestra alegría.
Y Diego y Ernesto, cantando conmigo.
Y todxs y cada unx, cada brigadista y cada persona amorosa de mi vida  y de nuestras vidas, allí.

El 21 de julio publiqué esto en fb:



Y aquí están las fotos maravillosas que sacó Alejandra Pina: 


Aquí, fotos y videos:


Aquí, más videos: 

La presentación del libro, la intervención de Jorge Garra y la lectura de una de sus cartas, por Lucía Viale: 


La intervención de Aníbal Tesini: 


Alfredo Laneri haciéndonos reír: 


Aquí, Pablo Caruso y su comentario, en dos partes: 



Aquí, lo que comentó Pablo el lunes 22 en su programa de radio: 


Y siguen pasando cosas hermosas: 



Gracias, con todo mi corazón.



jueves, 11 de julio de 2019

LA COCINA DEL AMOR. 3- TARTA MASCULINA

Ernesto: ¿De qué es esa tarta?
Yo: "La que hago siempre, Ernesto."
Ernesto: "¿Masculina?"

(12 de agosto de 1996, en la cocina de nuestra casa)

La tarta pascualina que disfrutábamos con mi hijo desde que era chiquito, y que él rebautizó una noche de invierno a sus cuatro años y medio, era una receta de mi abuela Carmen.

La seguí haciendo, la hago en el presente, y ha sumado fanáticxs: mi sobrina Cecilia la principal.

Es fácil:

Lavo un atado de acelga, la hiervo.
Salteo una cebolla, medio morrón, uno o dos ajitos, media zanahoria. Agrego la acelga hervida, escurrida y cortada chiquita. Apago el fuego enseguida, y agrego un huevo para ligar. Un poco de queso rallado, sal y pimienta.
Mientras, puse una tapa en una pizzera en el horno, para que se cocine apenas. Sobre ella pongo la mezcla de acelga, tres huevos duros cortados en rodajas, queso fresco también en rodajas, y si tengo, fetas de jamón. Tapo con el otro disco de pasta, y al horno.

Esos ingredientes son para tapas chicas, que estiro bien y coloco en una pizzera mediana. Para una grande (y si viene Ernesto a comer tiene que ser en esa), la cantidad de acelga se duplica (dos atados), los huevos son 4 o 5.

Y, por supuesto, si no hay acelga, se puede hacer con espinaca, o con kale, una verdura muy rica que me vino una vez en un bolsón de verdura orgánica. Y si no hay cebolla común puede ser de verdeo, también.

Ahora, si el invitado es #Hijo, los ingredientes NO PUEDEN VARIAR. Recuerdo una noche, él tendría menos de 10 años, y yo había comprado acelga de paquete, congelada, supongo que porque estaba apurada. La cociné sin dar aviso previo. El tipito la probó y dijo: "¿esta es la acelga de siempre?".
Debí confesar.
Digan cosas horribles de mí, me nefrega!












lunes, 24 de junio de 2019

BRIGADISTAS SE VA A IMPRENTA




Hoy, después de la enésima revisión, corrección y corrección de la corrección de la corrección, Brigadistas sale de mi compu y de la de su editor, y se va a imprenta. 

Durante seis meses intensos escribí esta historia personal y colectiva. Participaron con sus voces más de cincuenta compañeros y compañeras de la Brigada del Café. Lo que cuento es una pequeña parte de todo lo que nos pasó, parcial y limitada, la mejor que pude contar. 

Ojalá les guste, y sobre todo, lxs brigadistas se encuentren ahí, en lo que cuento y cuentan. 

Así empieza, con los agradecimientos: 


¡GRACIAS!
No sé si tiene sentido pero me digo cada vez: contá la historia de la gente como si cantaras en medio de un camino, despojate de toda pretensión y cantá, simplemente cantá con todo tu corazón: que nadie recuerde tu nombre sino toda esa vieja y sencilla historia.
Haroldo Conti
Una parte importante de este libro la escribí durante el mes de enero de 2019 en la ciudad de Mar de Ajó. Alquilé por tres semanas un pequeñísimo departamento a una cuadra del mar y de la playa, que visité muy ocasionalmente, y me dediqué a escribir. Mi primer agradecimiento es para Anibal Tesini –integrante del Regional Sur, de la Brigada y del pelotón El Cordobazo, hermano por adopción mutua– que me ayudó con su formidable memoria, y sobre todo con su amor y generosidad, a mejorar lo escrito, a precisar datos y a alimentar –en todos los sentidos, comiendo rico también– el deseo de que Brigadistas sea un relato de parte de nuestras vidas, y un recorrido de lo mejor de nosotros y nosotras, lxs que seguimos reconociéndonos en el abrazo. Una foto me muestra a cococho de Aníbal, treinta y cuatro años y veinte kilos atrás. De igual modo sus hombros sostuvieron este proyecto. Gracias también a Nilda, su compañera, por la logística, las charlas, las comidas compartidas y el amor con que me hace sentir que su casa es la mía en tierra marajense, uno de mis lugares en el mundo porque ellos están allí.
Gracias a la única persona que reconozco como jefe a lo largo del tiempo, Jorge Garra, por la paciencia para responder a mis preguntas en Tandil y en Mar de Ajó, una y otra vez, y a Nora Feliz, su compañera, por compartir esas conversaciones con calidez y ternura.
Brigadistas ha sido construido con recuerdos personales, diarios de viaje propios y de dos compañeros, y testimonios orales, escritos, fotográficos y visuales brindados por decenas de integrantes de la Brigada del Café. A algunxs lxs entrevisté, otrxs me enviaron textos o audios sobre alguna cuestión particular, varixs fueron a buscar al fondo de los cajones alguna carta o tarjeta o material que compartieron,
con decenas hemos armado un grupo de wasap en el que intercambiamos recuerdos y debates sobre lo que nos sucedió. A todxs y cada unx, gracias por ayudarme a construir una historia que es parcial, como toda historia, y al mismo tiempo, lo más plural posible.

Gracias en especial a quienes pusieron el hombro, la escucha y el aliento cada vez que los necesité. En particular, a Fernando Gabriel Martínez Forlon, Momo, y a su bella familia, con quienes pasé unas hermosas vacaciones en Trevelin, Chubut, en enero de 2018. Allí comencé a armar el índice de este libro, mientras sometía a Momo –siempre dispuesto y generoso– a mis interrogatorios sobre nuestra historia en la Brigada. Y a Viviana Finkelberg, Vivi, con quien a lo largo de todos estos meses seguimos como en nuestras andanzas en Matagalpa y Jinotega: juntas, riendo, cuchicheando y tomando decisiones. Gracias también a quienes expresamente pidieron no estar, porque me obligaron
a revisar el texto varias veces, e intentar mejorarlo cada vez.

Si escribir un libro siempre es difícil, escribir una historia que reúne tantas historias lo es más, y genera una enorme responsabilidad que intenté cumplir del mejor modo en que pude hacerlo.
Párrafo aparte para Lucia Viale, que se tomó el trabajo de comparar las cartas/diario que le había escrito a su compañero Aldo con un listado provisorio de temas que le propuse, y me envió transcripciones que fueron fundamentales para armar el relato de nuestra vida en Nicaragua. Lucía recuerda muy poco de nuestro viaje, pero el registro minucioso que hizo mientras las cosas sucedían, y su generosidad para compartirlo, han sido un formidable ejercicio de recuperación de la memoria que le agradezco con el mismo amor con que ella lo realizó.

Y otro párrafo para Rafael Nicolás Massimo, Nino, con el que trabajamos en varias jornadas eligiendo las más hermosas de sus fotos y recortando pedacitos de su película para que aquí, además de palabras que nos cuenten, haya imágenes que nos muestren como éramos entonces.

Los diarios personales de Marcelo Marcolín, el Poeta y Eduardo Rosenzvaig, Eduardo Ron, hasta ahora inéditos, son parte fundamental de este libro. Ellos son dos de los doce brigadistas fallecidos.
Para todos ellos, nuestro amor siempre, y las palabras y recuerdos que han aportado sus compañerxs más cercanxs. A partir de la información que logramos reunir construí este registro, actualizado al 1 de abril de 2019. Pido disculpas si hubiera alguna omisión:
Alfredo Jack, Regional Santa Fe
Alicia Volodarsky, Capital Federal
Armando Manuel Núñez, Regional Norte
Carlos Daniel Martínez, Regional Norte
Claudia Cacciatore, Regional Santa Fe
Eduardo Rosenzvaig, Tucumán
Hugo Rodríguez, Regional Oeste
Luis Valenga, Regional Sur
Marcelo Marcolín, Regional Sur.
Ramón Francisco Veloso, Regional Sur
Sergio Jorge Sierra, Capital Federal
Víctor Daniel Fernández, Regional Oeste
Les agradezco a Ernesto Salgado y a Jorge Leiras por las largas conversaciones sobre el Regional Sur y el contexto en que se formó la Brigada; a Diana Moya, compañera de vida de Marcelo Marcolín, por su generosa colaboración; a José Pepe Mayuato y Fernando Korstanje, que me contactaron con Luis Bonano, gracias a quien pude llegar a Sandra Pagura, compañera de Eduardo Rosenzvaig, que también generosa y cálidamente me autorizó a utilizar sus escritos; a Claudia Jack, hermana de mi entrañable Alfredo Jack, y a los amigos y compañeros de militancia de Alfredo: Silvia AzorMario ValenciaJuan Ignacio Vergara y Juan Ricardo Neme. También a Sergio Schilmann, Jose Luis GambacurtaJuan Jose Luques y Maribel Gallardo López por ayudarme a encontrar a Leo, el otro lado del triángulo.

Gracias a lxs compañerxs del Partido Comunista que me abrieron las puertas de su Comité Central, y en particular a Tati, responsable del Archivo Documental Enrique Israel, que me brindó su tiempo y ayuda para encontrar la historia de la Brigada en la prensa partidaria.

Gracias a lxs compañersx de la Federación Juvenil Comunista con lxs que me encuentro por las redes, en actividades o cuando me invitan a los campamentos de la Fede, por su interés en la experiencia brigadista.

Mucho de lo que soy, la gente con la que me formé, los amores y amigos y amigas de mi vida, me remiten a la Fede, el espacio entrañable donde aprendí a amar a mi Patria y a mi pueblo, y –como pedía el Che–, a asumir como propia cada lucha contra la injusticia en cualquier lugar del mundo donde suceda. Con errores, con defectos, con problemas, esa militancia es la mía, y la reivindico amorosamente y sin beneficio de inventario.

Gracias a mi hermano Pablo, porque a partir de mi admiración por él fue que decidí comenzar a militar, y esa decisión me llevó después a la Brigada del Café, la experiencia que cambió mi vida y me marcó para siempre.

Gracias a Alejandro Schmiedd, editor compañero, entusiasta siempre con mis proyectos; y a Diego Antico y Laurent Loren Sanchis Nica, que leyeron el texto y le hicieron atinadas observaciones y correcciones.

Y gracias eternas al pueblo nicaragüense, a los y las militantes sandinistas, a los y las estudiantes, a las milicias populares, a los y las dirigentes, a las señoras que nos hacían las tortillas, a los y las campesinas, a todxs y cada unx, porque el amor que nos llevó a su tierra fue realimentado por el amor de ellxs, y se transformó en la más hermosa historia que hayamos podido vivir. Algunxs ya no están juntxs en la misma trinchera, otrxs no sé dónde andarán.
Este libro no pretende juzgar el derrotero de la Revolución Sandinista y de sus protagonistas, sino contar ese momento en que nosotrxs, brigadistas de la Fede, estuvimos allí.

Para mí recordar no es promover la nostalgia. Recordar es iluminar nuestro presente con ese pasado que amamos, para no dejar nunca de ser esos y esas que gritábamos bien fuerte y con el corazón en la mano: “Nicaragua vencerá, lo juramos por Sandino, por el Che Guevara y por la Libertad” y que sentimos, en esa tierra que amamos por siempre, que estábamos en el lugar adecuado y en el momento justo.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, junio de 2019.




martes, 18 de junio de 2019

LA COCINA DEL AMOR. 2- FIDEOS AL HORNO DE MI ABUELA CARMEN

Mi abuela Carmen había nacido en Sicilia, en 1909. La amaba, aunque solía decirme que, por no estar bautizada era como una cachorra salvaje. Ahora que pienso, en mi infancia no se hablaba del horóscopo chino, así que ella no podía saber que yo era exactamente eso que me decía: una cachorra de tigre, el signo correspondiente a mi año de nacimiento, 1962.

Mi abuela amaba viajar, pero mi abuelo limitaba sus salidas a Mar del Plata, donde pasé todos mis veranos hasta que me rebelé a los 12 años y empecé a viajar con amigas, y luego, con novio o sola; y a Panamá, donde el mismo año en que yo nací se había ido a vivir mi tía Susy, hermana menor de mi madre, con su novio ingeniero panameño. Tenía 18 años, y nunca más volvió, salvo de visita y siempre con su marido y con uno, dos o tres hijxs.

Cuando era chica, y mi madre se quedaba hasta tarde en la sede del sindicato donde militaba, yo pasaba casi todo el día con mi abuela. Salía de la escuela y me iba a almorzar allí. Después veíamos juntas todas las novelas de la tarde; y más grande, me leía todas las revistas de chimentos, femeninas y de tele: Antena, Radiolandia, TV Guía, Vosotras, Para Ti. De las novelas, recuerdo la impresión que me daba el viejo que se casaba con Alejandra da Passano en Muchacha italiana viene a casarse; y una escena que me turbó en la que un tipo avanzaba sobre una mujer, en esa o en otra novela. También me acuerdo de El amor tiene cara de mujer, de Estrellita mía, y más grande, de Rosa de lejos, que veía cuando llegaba a los piques de estudiar periodismo en La Plata, me bajaba en Bernal, caminaba tres cuadras, almorzaba con lo que me tenía preparado mi abuela, y después me iba a laburar, de 15 a 21, a la Biblioteca Moreno. Amaba llegar y comer las tres o cuatro comidas que eran su especialidad. Una eran los fideos al horno.

Sin embargo, no era la comida que le salía mejor. Mi madre también los hacía, pero la verdad es que creo que a mí me salen más ricos, más cremosos. A mi abuela se le secaban un poco, a mi madre también. Va la receta, a mi estilo:

Para un paquete de fideos mostachole:

2 cajas de puré de tomates
1 cebolla
medio ají morrón, si hay
200 gramos de queso fresco o mantecoso o port salut
un puñado de queso rallado
1 o 2 huevos para ligar
si es posible, un puñado (dos o tres fetas) de jamón cocido picadito
sal, pimienta, ají molido, pimentón, laurel.

Se pica la cebolla y el ají, se saltea con un poco de aceite, se agrega el puré de tomate, se cocina un ratito, se apaga el fuego. Se agrega el queso fresco cortado en daditos, el jamón picado, el puñado de queso rallado y los huevos. Se condimenta. En una fuente para horno se pone un poquito de manteca en piso, y luego, una capa de salsa, una capa de fideos, una capa de salsa, una capa de fideos, una capa de salsa, un poco de queso rallado, y va unos minutos al horno, hasta que el queso esta doradito.
Y listo!




(Esta versión es sin jamón, porque no tenía, pero bueno)

domingo, 16 de junio de 2019

LA COCINA DEL AMOR. 1- LE FRAPPE DE MI VIEJO.

Desde que nací hasta mis 8 años viví con mi padre, mi madre y mi hermano, seis años mayor que yo, en una casa alquilada en Barrio Parque, Bernal. La dirección era Deán Funes 114. A una manzana exacta, en Sáenz Peña 120, vivían mi abuela y mi abuelo. Nuestra casa se venía literalmente abajo. Era un primer piso al que se accedía por una escalera interna, y una externa, de piedra. Abajo vivía otra familia. Había dos niñas, mis amiguitas: Mónica y Cinthia. No recuerdo si había una tercera familia, al fondo. Nosotros no teníamos agua en nuestra casa, y debíamos subir la que usábamos para la cocina y el baño en pesados baldes de metal, que cargábamos en un antiguo bebedero para caballos que había abajo. Para bañarnos y lavar ropa íbamos a casa de mi abuela: caminar unos metros hasta la esquina, doblar a la derecha, hacer una cuadra entera, llegar a Sáenz Peña, cruzar la calle, media cuadra más, y ahí estaba la hermosa casa donde había agua caliente y fría saliendo de todas las canillas. A mi abuela Carmen yo la amaba tanto como detestaba a mi abuelo Francisco, un viejo que siempre odió a mi padre -divorciado, con una hija y diez años mayor que mi madre, y socialista como ella- y no perdió oportunidad de demostrárselo. Nuestra casa era un grano de pobreza y marginalidad en medio de un barrio más bien cheto. Mi madre y mi padre se la alquilaban a un señor que vivía en Banfield. Cuando llovía nos entraba agua en las habitaciones, y circulaban las ratas por ahí.








En la cocina de la casa de Deán Funes, a pesar de todo, se cocinaba. Sobre todo, mi papá. Mi olfato recuerda el olor a tuco de los domingos, y mi vista la escena de cientos de frappe distribuidos en la mesa de madera, en un mueble, en la mesada, tapados con repasadores, que yo descubría al levantarme. No sé si los hacía la noche anterior, o durante la mañana temprano, imagino que más bien a la mañana, sobre todo teniendo en cuenta la presencia de ratitas.

Los frappe los recuerdo solo hechos por mi papá, por ningún otro miembro de la familia Cesaroni. Mi papá hacía gran cantidad, no solo para nosotros, sino para llevar a la casa de la Nona, o a lo de mi abuela, algún domingo que hubiera asado.

Son el dulce de mi infancia, y son una de las herencias de mi viejo, que como todo lo que cocinaba, los hacía con parsimonia y amor.

La receta:

Mi papá me dictó la receta de los frappe cuando ya estaba enfermo de cáncer. La tengo anotada en un papel manchado y amarillo, y las dos o tres veces que me animé a hacerlos, la seguí milimétricamente. Una de esas veces fue en una reunión familiar, en abril de 2017, y mis tíos Luana y Chiche los aprobaron. Con observaciones, pero los aprobaron. Mi prima Adriana, también.

Copio la receta textualmente:

Frappe:

1 K de harina (común), en la mesa, en el hueco, 8 yemas de huevo y 150 grs. de manteca a temperatura ambiente, y 400 grs. de azúcar, 1 cucharada de aceite, cáscara de 1 limón rallado.
Se amasa.
Se separa una parte y se trabaja -no mucho- con el palo (2 mm)
Se corta en franjas y se coloca en  un repasador enharinado.
Se fríe y se espolvorea con azúcar.







LA COCINA DEL AMOR


Me gusta cocinar, y suelo sacar fotos de lo que cocino y como.
Alguien me dice que escriba un libro con recetas, respondo que soy muy básica.
Converso sobre la cuestión con Ana María, mientras la acompaño en el Sanatorio Güemes. Me recuerda algunas de mis comidas, incluso las que no hago hace tiempo.
A la vuelta, se me ocurre hacer un listado de comidas que hago, y vincularlas con personas a las que las asocio.
La lista es esta:

- Frappe
- Fideos al horno de mi abuela Carmen
https://claudiachesa.blogspot.com/2019/06/la-cocina-del-amor-2-fideos-al-horno.html

- Fideos de Zía Olga.

- Tarta de jamón y queso.

- Caldo de carne y sopa con capelleti.

- Milanesas de pollo.

- Sopa de verduras.

- Pan de carne.

- Vitel Toné.

- Guiso de lentejas.


- Tortilla de papas.

- Pizza.

- Fideos.

- Ensaladas.

- Achicoria con ajo y oliva.

- Pollo al horno.

- Puchero.

- Papas fritas.

Como ven, no es gran cosa. 
Pero cada una de esas comidas que hago y me salen ricas, están asociadas a personas o momentos, así que hoy, día del padre sin padre al que homenajear, porque el mío murió el 4 de febrero de 1990, decido comenzar a publicar las recetas, con la pequeña historia que les da sentido. 

Durante varios años tuve un programa de radio que se llamó La Cocina del Miedo, vinculado a las políticas públicas y a la construcción de ciertos sentidos que generan miedo,  para que la sociedad pida mano dura. 

Pero la cocina es un lugar hermoso, así que estas recetas y estas personas que me las enseñaron o las comieron porque yo se las hice, van a hablar de otra cocción: la del puro amor. Bienvenides a La Cocina del Amor, pues!