lunes, 24 de junio de 2019

BRIGADISTAS SE VA A IMPRENTA




Hoy, después de la enésima revisión, corrección y corrección de la corrección de la corrección, Brigadistas sale de mi compu y de la de su editor, y se va a imprenta. 

Durante seis meses intensos escribí esta historia personal y colectiva. Participaron con sus voces más de cincuenta compañeros y compañeras de la Brigada del Café. Lo que cuento es una pequeña parte de todo lo que nos pasó, parcial y limitada, la mejor que pude contar. 

Ojalá les guste, y sobre todo, lxs brigadistas se encuentren ahí, en lo que cuento y cuentan. 

Así empieza, con los agradecimientos: 


¡GRACIAS!
No sé si tiene sentido pero me digo cada vez: contá la historia de la gente como si cantaras en medio de un camino, despojate de toda pretensión y cantá, simplemente cantá con todo tu corazón: que nadie recuerde tu nombre sino toda esa vieja y sencilla historia.
Haroldo Conti
Una parte importante de este libro la escribí durante el mes de enero de 2019 en la ciudad de Mar de Ajó. Alquilé por tres semanas un pequeñísimo departamento a una cuadra del mar y de la playa, que visité muy ocasionalmente, y me dediqué a escribir. Mi primer agradecimiento es para Anibal Tesini –integrante del Regional Sur, de la Brigada y del pelotón El Cordobazo, hermano por adopción mutua– que me ayudó con su formidable memoria, y sobre todo con su amor y generosidad, a mejorar lo escrito, a precisar datos y a alimentar –en todos los sentidos, comiendo rico también– el deseo de que Brigadistas sea un relato de parte de nuestras vidas, y un recorrido de lo mejor de nosotros y nosotras, lxs que seguimos reconociéndonos en el abrazo. Una foto me muestra a cococho de Aníbal, treinta y cuatro años y veinte kilos atrás. De igual modo sus hombros sostuvieron este proyecto. Gracias también a Nilda, su compañera, por la logística, las charlas, las comidas compartidas y el amor con que me hace sentir que su casa es la mía en tierra marajense, uno de mis lugares en el mundo porque ellos están allí.
Gracias a la única persona que reconozco como jefe a lo largo del tiempo, Jorge Garra, por la paciencia para responder a mis preguntas en Tandil y en Mar de Ajó, una y otra vez, y a Nora Feliz, su compañera, por compartir esas conversaciones con calidez y ternura.
Brigadistas ha sido construido con recuerdos personales, diarios de viaje propios y de dos compañeros, y testimonios orales, escritos, fotográficos y visuales brindados por decenas de integrantes de la Brigada del Café. A algunxs lxs entrevisté, otrxs me enviaron textos o audios sobre alguna cuestión particular, varixs fueron a buscar al fondo de los cajones alguna carta o tarjeta o material que compartieron,
con decenas hemos armado un grupo de wasap en el que intercambiamos recuerdos y debates sobre lo que nos sucedió. A todxs y cada unx, gracias por ayudarme a construir una historia que es parcial, como toda historia, y al mismo tiempo, lo más plural posible.

Gracias en especial a quienes pusieron el hombro, la escucha y el aliento cada vez que los necesité. En particular, a Fernando Gabriel Martínez Forlon, Momo, y a su bella familia, con quienes pasé unas hermosas vacaciones en Trevelin, Chubut, en enero de 2018. Allí comencé a armar el índice de este libro, mientras sometía a Momo –siempre dispuesto y generoso– a mis interrogatorios sobre nuestra historia en la Brigada. Y a Viviana Finkelberg, Vivi, con quien a lo largo de todos estos meses seguimos como en nuestras andanzas en Matagalpa y Jinotega: juntas, riendo, cuchicheando y tomando decisiones. Gracias también a quienes expresamente pidieron no estar, porque me obligaron
a revisar el texto varias veces, e intentar mejorarlo cada vez.

Si escribir un libro siempre es difícil, escribir una historia que reúne tantas historias lo es más, y genera una enorme responsabilidad que intenté cumplir del mejor modo en que pude hacerlo.
Párrafo aparte para Lucia Viale, que se tomó el trabajo de comparar las cartas/diario que le había escrito a su compañero Aldo con un listado provisorio de temas que le propuse, y me envió transcripciones que fueron fundamentales para armar el relato de nuestra vida en Nicaragua. Lucía recuerda muy poco de nuestro viaje, pero el registro minucioso que hizo mientras las cosas sucedían, y su generosidad para compartirlo, han sido un formidable ejercicio de recuperación de la memoria que le agradezco con el mismo amor con que ella lo realizó.

Y otro párrafo para Rafael Nicolás Massimo, Nino, con el que trabajamos en varias jornadas eligiendo las más hermosas de sus fotos y recortando pedacitos de su película para que aquí, además de palabras que nos cuenten, haya imágenes que nos muestren como éramos entonces.

Los diarios personales de Marcelo Marcolín, el Poeta y Eduardo Rosenzvaig, Eduardo Ron, hasta ahora inéditos, son parte fundamental de este libro. Ellos son dos de los doce brigadistas fallecidos.
Para todos ellos, nuestro amor siempre, y las palabras y recuerdos que han aportado sus compañerxs más cercanxs. A partir de la información que logramos reunir construí este registro, actualizado al 1 de abril de 2019. Pido disculpas si hubiera alguna omisión:
Alfredo Jack, Regional Santa Fe
Alicia Volodarsky, Capital Federal
Armando Manuel Núñez, Regional Norte
Carlos Daniel Martínez, Regional Norte
Claudia Cacciatore, Regional Santa Fe
Eduardo Rosenzvaig, Tucumán
Hugo Rodríguez, Regional Oeste
Luis Valenga, Regional Sur
Marcelo Marcolín, Regional Sur.
Ramón Francisco Veloso, Regional Sur
Sergio Jorge Sierra, Capital Federal
Víctor Daniel Fernández, Regional Oeste
Les agradezco a Ernesto Salgado y a Jorge Leiras por las largas conversaciones sobre el Regional Sur y el contexto en que se formó la Brigada; a Diana Moya, compañera de vida de Marcelo Marcolín, por su generosa colaboración; a José Pepe Mayuato y Fernando Korstanje, que me contactaron con Luis Bonano, gracias a quien pude llegar a Sandra Pagura, compañera de Eduardo Rosenzvaig, que también generosa y cálidamente me autorizó a utilizar sus escritos; a Claudia Jack, hermana de mi entrañable Alfredo Jack, y a los amigos y compañeros de militancia de Alfredo: Silvia AzorMario ValenciaJuan Ignacio Vergara y Juan Ricardo Neme. También a Sergio Schilmann, Jose Luis GambacurtaJuan Jose Luques y Maribel Gallardo López por ayudarme a encontrar a Leo, el otro lado del triángulo.

Gracias a lxs compañerxs del Partido Comunista que me abrieron las puertas de su Comité Central, y en particular a Tati, responsable del Archivo Documental Enrique Israel, que me brindó su tiempo y ayuda para encontrar la historia de la Brigada en la prensa partidaria.

Gracias a lxs compañersx de la Federación Juvenil Comunista con lxs que me encuentro por las redes, en actividades o cuando me invitan a los campamentos de la Fede, por su interés en la experiencia brigadista.

Mucho de lo que soy, la gente con la que me formé, los amores y amigos y amigas de mi vida, me remiten a la Fede, el espacio entrañable donde aprendí a amar a mi Patria y a mi pueblo, y –como pedía el Che–, a asumir como propia cada lucha contra la injusticia en cualquier lugar del mundo donde suceda. Con errores, con defectos, con problemas, esa militancia es la mía, y la reivindico amorosamente y sin beneficio de inventario.

Gracias a mi hermano Pablo, porque a partir de mi admiración por él fue que decidí comenzar a militar, y esa decisión me llevó después a la Brigada del Café, la experiencia que cambió mi vida y me marcó para siempre.

Gracias a Alejandro Schmiedd, editor compañero, entusiasta siempre con mis proyectos; y a Diego Antico y Laurent Loren Sanchis Nica, que leyeron el texto y le hicieron atinadas observaciones y correcciones.

Y gracias eternas al pueblo nicaragüense, a los y las militantes sandinistas, a los y las estudiantes, a las milicias populares, a los y las dirigentes, a las señoras que nos hacían las tortillas, a los y las campesinas, a todxs y cada unx, porque el amor que nos llevó a su tierra fue realimentado por el amor de ellxs, y se transformó en la más hermosa historia que hayamos podido vivir. Algunxs ya no están juntxs en la misma trinchera, otrxs no sé dónde andarán.
Este libro no pretende juzgar el derrotero de la Revolución Sandinista y de sus protagonistas, sino contar ese momento en que nosotrxs, brigadistas de la Fede, estuvimos allí.

Para mí recordar no es promover la nostalgia. Recordar es iluminar nuestro presente con ese pasado que amamos, para no dejar nunca de ser esos y esas que gritábamos bien fuerte y con el corazón en la mano: “Nicaragua vencerá, lo juramos por Sandino, por el Che Guevara y por la Libertad” y que sentimos, en esa tierra que amamos por siempre, que estábamos en el lugar adecuado y en el momento justo.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, junio de 2019.




martes, 18 de junio de 2019

LA COCINA DEL AMOR. 2- FIDEOS AL HORNO DE MI ABUELA CARMEN

Mi abuela Carmen había nacido en Sicilia, en 1909. La amaba, aunque solía decirme que, por no estar bautizada era como una cachorra salvaje. Ahora que pienso, en mi infancia no se hablaba del horóscopo chino, así que ella no podía saber que yo era exactamente eso que me decía: una cachorra de tigre, el signo correspondiente a mi año de nacimiento, 1962.

Mi abuela amaba viajar, pero mi abuelo limitaba sus salidas a Mar del Plata, donde pasé todos mis veranos hasta que me rebelé a los 12 años y empecé a viajar con amigas, y luego, con novio o sola; y a Panamá, donde el mismo año en que yo nací se había ido a vivir mi tía Susy, hermana menor de mi madre, con su novio ingeniero panameño. Tenía 18 años, y nunca más volvió, salvo de visita y siempre con su marido y con uno, dos o tres hijxs.

Cuando era chica, y mi madre se quedaba hasta tarde en la sede del sindicato donde militaba, yo pasaba casi todo el día con mi abuela. Salía de la escuela y me iba a almorzar allí. Después veíamos juntas todas las novelas de la tarde; y más grande, me leía todas las revistas de chimentos, femeninas y de tele: Antena, Radiolandia, TV Guía, Vosotras, Para Ti. De las novelas, recuerdo la impresión que me daba el viejo que se casaba con Alejandra da Passano en Muchacha italiana viene a casarse; y una escena que me turbó en la que un tipo avanzaba sobre una mujer, en esa o en otra novela. También me acuerdo de El amor tiene cara de mujer, de Estrellita mía, y más grande, de Rosa de lejos, que veía cuando llegaba a los piques de estudiar periodismo en La Plata, me bajaba en Bernal, caminaba tres cuadras, almorzaba con lo que me tenía preparado mi abuela, y después me iba a laburar, de 15 a 21, a la Biblioteca Moreno. Amaba llegar y comer las tres o cuatro comidas que eran su especialidad. Una eran los fideos al horno.

Sin embargo, no era la comida que le salía mejor. Mi madre también los hacía, pero la verdad es que creo que a mí me salen más ricos, más cremosos. A mi abuela se le secaban un poco, a mi madre también. Va la receta, a mi estilo:

Para un paquete de fideos mostachole:

2 cajas de puré de tomates
1 cebolla
medio ají morrón, si hay
200 gramos de queso fresco o mantecoso o port salut
un puñado de queso rallado
1 o 2 huevos para ligar
si es posible, un puñado (dos o tres fetas) de jamón cocido picadito
sal, pimienta, ají molido, pimentón, laurel.

Se pica la cebolla y el ají, se saltea con un poco de aceite, se agrega el puré de tomate, se cocina un ratito, se apaga el fuego. Se agrega el queso fresco cortado en daditos, el jamón picado, el puñado de queso rallado y los huevos. Se condimenta. En una fuente para horno se pone un poquito de manteca en piso, y luego, una capa de salsa, una capa de fideos, una capa de salsa, una capa de fideos, una capa de salsa, un poco de queso rallado, y va unos minutos al horno, hasta que el queso esta doradito.
Y listo!




(Esta versión es sin jamón, porque no tenía, pero bueno)

domingo, 16 de junio de 2019

LA COCINA DEL AMOR. 1- LE FRAPPE DE MI VIEJO.

Desde que nací hasta mis 8 años viví con mi padre, mi madre y mi hermano, seis años mayor que yo, en una casa alquilada en Barrio Parque, Bernal. La dirección era Deán Funes 114. A una manzana exacta, en Sáenz Peña 120, vivían mi abuela y mi abuelo. Nuestra casa se venía literalmente abajo. Era un primer piso al que se accedía por una escalera interna, y una externa, de piedra. Abajo vivía otra familia. Había dos niñas, mis amiguitas: Mónica y Cinthia. No recuerdo si había una tercera familia, al fondo. Nosotros no teníamos agua en nuestra casa, y debíamos subir la que usábamos para la cocina y el baño en pesados baldes de metal, que cargábamos en un antiguo bebedero para caballos que había abajo. Para bañarnos y lavar ropa íbamos a casa de mi abuela: caminar unos metros hasta la esquina, doblar a la derecha, hacer una cuadra entera, llegar a Sáenz Peña, cruzar la calle, media cuadra más, y ahí estaba la hermosa casa donde había agua caliente y fría saliendo de todas las canillas. A mi abuela Carmen yo la amaba tanto como detestaba a mi abuelo Francisco, un viejo que siempre odió a mi padre -divorciado, con una hija y diez años mayor que mi madre, y socialista como ella- y no perdió oportunidad de demostrárselo. Nuestra casa era un grano de pobreza y marginalidad en medio de un barrio más bien cheto. Mi madre y mi padre se la alquilaban a un señor que vivía en Banfield. Cuando llovía nos entraba agua en las habitaciones, y circulaban las ratas por ahí.








En la cocina de la casa de Deán Funes, a pesar de todo, se cocinaba. Sobre todo, mi papá. Mi olfato recuerda el olor a tuco de los domingos, y mi vista la escena de cientos de frappe distribuidos en la mesa de madera, en un mueble, en la mesada, tapados con repasadores, que yo descubría al levantarme. No sé si los hacía la noche anterior, o durante la mañana temprano, imagino que más bien a la mañana, sobre todo teniendo en cuenta la presencia de ratitas.

Los frappe los recuerdo solo hechos por mi papá, por ningún otro miembro de la familia Cesaroni. Mi papá hacía gran cantidad, no solo para nosotros, sino para llevar a la casa de la Nona, o a lo de mi abuela, algún domingo que hubiera asado.

Son el dulce de mi infancia, y son una de las herencias de mi viejo, que como todo lo que cocinaba, los hacía con parsimonia y amor.

La receta:

Mi papá me dictó la receta de los frappe cuando ya estaba enfermo de cáncer. La tengo anotada en un papel manchado y amarillo, y las dos o tres veces que me animé a hacerlos, la seguí milimétricamente. Una de esas veces fue en una reunión familiar, en abril de 2017, y mis tíos Luana y Chiche los aprobaron. Con observaciones, pero los aprobaron. Mi prima Adriana, también.

Copio la receta textualmente:

Frappe:

1 K de harina (común), en la mesa, en el hueco, 8 yemas de huevo y 150 grs. de manteca a temperatura ambiente, y 400 grs. de azúcar, 1 cucharada de aceite, cáscara de 1 limón rallado.
Se amasa.
Se separa una parte y se trabaja -no mucho- con el palo (2 mm)
Se corta en franjas y se coloca en  un repasador enharinado.
Se fríe y se espolvorea con azúcar.







LA COCINA DEL AMOR


Me gusta cocinar, y suelo sacar fotos de lo que cocino y como.
Alguien me dice que escriba un libro con recetas, respondo que soy muy básica.
Converso sobre la cuestión con Ana María, mientras la acompaño en el Sanatorio Güemes. Me recuerda algunas de mis comidas, incluso las que no hago hace tiempo.
A la vuelta, se me ocurre hacer un listado de comidas que hago, y vincularlas con personas a las que las asocio.
La lista es esta:

- Frappe
- Fideos al horno de mi abuela Carmen
https://claudiachesa.blogspot.com/2019/06/la-cocina-del-amor-2-fideos-al-horno.html

- Fideos de Zía Olga.

- Tarta de jamón y queso.

- Caldo de carne y sopa con capelleti.

- Milanesas de pollo.

- Sopa de verduras.

- Pan de carne.

- Vitel Toné.

- Guiso de lentejas.


- Tortilla de papas.

- Pizza.

- Fideos.

- Ensaladas.

- Achicoria con ajo y oliva.

- Pollo al horno.

- Puchero.

- Papas fritas.

Como ven, no es gran cosa. 
Pero cada una de esas comidas que hago y me salen ricas, están asociadas a personas o momentos, así que hoy, día del padre sin padre al que homenajear, porque el mío murió el 4 de febrero de 1990, decido comenzar a publicar las recetas, con la pequeña historia que les da sentido. 

Durante varios años tuve un programa de radio que se llamó La Cocina del Miedo, vinculado a las políticas públicas y a la construcción de ciertos sentidos que generan miedo,  para que la sociedad pida mano dura. 

Pero la cocina es un lugar hermoso, así que estas recetas y estas personas que me las enseñaron o las comieron porque yo se las hice, van a hablar de otra cocción: la del puro amor. Bienvenides a La Cocina del Amor, pues!