lunes, 9 de diciembre de 2013

TRIBULACIONES DE UNA PEQUEBÚ

Tengo un nieto que vive en Cuba. "Ah, qué bueno, que linda excusa para ir a Cuba, disfrutar de sus playas de arena fina y su mar cristalino..." me dicen cada vez que lo cuento.  Y, no, digo yo. Preferiría toda la vida que mi nieto viviera aquí nomás, a la vuelta, o en un barrio del conurbano, aunque no fuera Quilmes, o en Montevideo, o Asunción. O sea, más cerca. Aceptaría, te digo más, no ir nunca más a Cuba, a cambio de que mi nieto estuviera a tiro del deseo de verlo, porque lo amo con el alma, y lo extraño, y es demasiado poco abrazarlo una, dos o hasta tres veces por año.
Pero las cosas son así, y mi nieto vive en Cuba. Y, en cualquier caso, tengo que agradecerle a la vida, ya que no creo formalmente en Dios, poder ir a verlo cada tanto. Para eso necesito ciertas cosas:

- Pasaporte, que tengo, y gracias al amigo Florencio Randazzo, ahora me dura 10 años.
- Visa, que hay que ir a sacarla al Consulado de Cuba en Buenos Aires, cada vez que viajo, y hasta ahora no ha habido ningún problema para obtenerla.
- Plata para pagar el pasaje: una fortuna, al menos para mí, pero bueno, se junta y se paga.
- Dólares o euros, porque esa es la moneda que los/as turistas usamos en Cuba, para cambiarla por los ceuce, o sea, los CUC, el peso cubano convertible con el que se paga el alojamiento, los traslados, los taxis, etc. Y aquí viene el cuento. Resulta que, en anteriores ocasiones, y desde que se ha limitado la compra de dólares/euros, tuve suerte variada en mis pedidos a la AFIP: en una ocasión me permitieron comprar, en otra no. Esta vez, hice el trámite el jueves pasado, 12 de diciembre. ¡Albricias!!!: me autorizaron la compra, por el monto que pedí. Es decir, se pide un monto en pesos (6000) y se autoriza la compra del equivalente en dólares: al jueves 12/12, exactamente 963.
Me fui con mi papelito impreso en el que dice que la AFIP me autorizaba a comprar esos dólares, como había hecho la vez anterior. Llegué al banco Santander Río, del que soy clienta desde hace décadas. Esperé una hora, o poco más. Llegué a la caja con el montón de billetes. Ah, no, me dice el cajero. Le falta el vep. ¿El qué??? El sarasasarasa, con el que usted tiene que pagar el 35 % de incremento en la compra de dólares, según la resolución 3550 de la AFIP, me dice el cajero. Pero eso no está en la página de la AFIP, ensayo yo como débil protesta. Ah, no sé, pero a nosotros nos exigen eso. Quién les exige, digo yo. Y, del Estado, me dice el tipo. Y no sale de ahí.
Vuelvo a mi casa, no tengo internet, no puedo entrar en la página de la AFIP. Intento varios llamados telefónicos hasta que alguien me atiende y me dice que sí, que efectivamente tengo que pagar yo el 35 % antes de ir a comprar los dólares al banco. Otra vez protesto, levemente: no está en la página, etc. Y bue, me dice el empleado.
Pago religiosamente la cifra indicada: 2100 pesos que son el 35 % de los 6000 destinados a comprar los dólares para pagar alojamiento, traslados, comida, etc.
El viernes no puedo volver al Banco, pero no me preocupo, porque el plazo para concretar la compra es el 13 de diciembre.
Voy hoy. Espero unos 45 minutos. Llego tranquila a la caja. Noto cierta expresión en el cajero (el del jueves pasado no estaba) que no me gusta. Mmm, me dice, y me pasa con otro. Qué pasa, digo: traje todo lo que me pidieron. No, lo que pasa es que ahora se cobra directamente acá el 35 %, y usted ya lo pagó, y si yo le hago el trámite para que compre los dólares, sale automáticamente otra vez el descuento. Yo, ilusa, digo, y no pueden hacer una nota de crédito? (es lo único que me acuerdo de Contabilidad, yo estudié en el Normal, esas cosas me son ajenas) No. Le voy a pedir que espere, que se lo paso a un jefe.
Espero un rato. Escucho ¡Cesaroni!, voy presurosa a una ofician, donde me atiende un jefe operativo. También pone caras de qué difícil es resolver un caso en el que una pelotuda pagó lo que el cajero del banco Río y el empleado de la AFIP le dijeron que tenía que pagar. Pero lo intenta. Me dice que lo más que puede hacer es venderme los dólares, cobrarme el 35 % sobre los 6000, y que mañana me lo van a devolver.  En algún momento escucho la cifra de 955.  8 dólares menos... ¿Y a mí me queda alguna constancia de que me van a devolver los 2100?, digo yo. Y, no. Ah, es una cuestión de fe, digo yo, como ir a la Difunta Correa. El tipo, que es amable pero carece de mi sentido del humor, no responde. Encima, finalmente no lo pudo resolver, porque uno que tenía que hacer algo, con el que hablaba por teléfono, "no tenía las claves". Venga mañana temprano y lo resolvemos, me dice. Y yo me voy, con mis papelitos y su tarjetita y el montoncito,

Vuelvo a casa, escucho la radio,  hablan de temas mucho más trascendentes. Lo sé, sé que lo mío es un tema menor. Pero tengo un nieto en Cuba. ¿Les conté?

martes, 24 de septiembre de 2013

VUELVO SIEMPRE AL SUR

Hoy anduve visitando mi tierra quilmeña, cargada de libros que dejé en cuatro librerías. Soy muy fácil para el embrujo quilmeño: primero me encanto con las pinturas de Severi, sobre las paredes de la Catedral:




Después, me voy a la Pizzería Los Maestros, y me como dos porciones de muzza, una Quilmes, y una sfogliatella:






Y paso por mi querida escuela Nº 47, Cnel. Pedro Zanni, en Bernal:


... el mercadito de enfrente:



Y mi jardín de infantes, que tiene el mismo cartel (el de la izquierda, abajo), que tenía cuando yo iba ahí, hasta los 5 años (no sé si alguna vez les conté que mi señora madre me retiró antes de tiempo, para que empezara a esa edad la escuela primaria, porque ya sabía leer y escribir y para "no perder un año", etcetcetc, y ME SEPARÓ DE TODOS/AS MIS AMIGOS/AS, maldad materna que solo el transcurso del tiempo hizo prescribir)

Y listo, con todo eso, ya me puse feliz. 

lunes, 16 de septiembre de 2013

MENDOZA, SETIEMBRE DE 2013

Tengo muchas Mendozas en el corazón. Pasé por allí en marzo de 1986, en tránsito hacia Chile, para ir con mi entonces entrañable amiga Anabel a pelear contra (más bien correr bajo los gases de) los pacos, en una marcha de mujeres en plena dictadura pinochetista. Fui en 1996 con mi hijo, unas vacaciones de julio en las que nos caminamos toda la ciudad, hicimos dibujos alusivos, y nos fuimos a la montaña a jugar con aguanieve mugrosa, porque la nieve posta se nos negó. Recuerdo esos dibujos, el zoológico en el que un puma o tigre casi le muerde una oreja a Ernesto y un guanaco lo escupió, el sol maravilloso de las tardes mendocinas, y también una lluvia que nos incordió la visita al área fundacional. Acuario, museos, bandera del cruce de Los Andes, subida al Cerro de la Gloria a pie: recorrimos y visitamos todo lo que pudimos en una semana que me recuerdan fotos felices, en las que tengo rulos y mi hijito me ama sin fisuras (pero se queja porque lo hago caminar mucho...)


En 2004 comenzó una seguidilla de viajes con otro tono. Trabajaba en la Secretaría de Derechos Humanos desde hacía un mes escaso, y los primeros días de setiembre me mandaron junto con otro abogado, por las denuncias que pululaban sobre las condiciones de detención en la Penitenciaría de Mendoza, las muertes de presos, y la falta de interés del gobierno de Cobos en resolver el problema. Mi vida cambió en muchos planos en ese setiembre. Conocí gente que se transformó en muy importante. Algunos/as están, otros ya no. Entre los que no, porque se murió, Alfredo Guevara, el gordo entrañable que se reía de mí y conmigo, que me enseñó a tomar buen vino (me presentó al señor Goyenechea, a quien le soy lo más fiel que puedo), y me hizo el honor de compartir charlas y almuerzos en los que yo miraba embelesada como su mujer, la bella Angélica Escayola, lo miraba con esa ternura y ese amor que solo disfrutan algunos/as elegidos/as.

Los viajes se repitieron: íbamos con Alfredo, Pablo y Diego a la cárcel, a verificar siempre lo mismo: el asco y el horror, la desidia y el abandono. Con Fernando, visitábamos a Ricardo David Videla Fernández, uno de los pibes condenados a perpetua, y la última vez que lo vimos, nos dijo que no quería que lo llamaran Perro, y nosotros nos juramos no hacerlo jamás. Esa promesa fue lo primero que se me ocurrió uno de los días más horribles de mi vida, asociados a Mendoza: el 21 de junio de 2005, cuando me llamó Jorge, un funcionario de la Cancillería que también participaba en los viajes y en las decenas de reuniones sobre la cárcel, y me dijo que Ricardo había aparecido colgado en una celda de castigo. Lo habíamos visto con Fernando ocho días antes, en medio de reclamos por las condiciones inhumanas que él y sus compañeros sufrían allí, en el marco de esos programas siniestros para "presos de alta seguridad" que suelen inventar los asesinos de escritorio.

Conocí al padre Jorge Contreras, otro que ya no está, y al Padre Roberto Juárez, que por suerte sí, y me regala bendiciones, porque en el fondo no cree que yo no crea.

En esos años, Cobos era un aliado, y se incomodó por nuestros informes. Uno de mis orgullos en la vida es que ese tipo -o algún amanuense- le haya escrito una carta al ex presidente Néstor Kirchner, pidiéndole que nos echara por haber hecho un informe que ofendió su mediocre tranquilidad provinciana. No nos echaron, pero después hice otros informes que siguieron molestándole a él y a sus funcionarios progresistas de la boca para afuera. Así que, un día, me enteré que tenía vedado el ingreso a Mendoza, o al menos, el envío en carácter de funcionaria de la Secretaría de Derechos Humanos. Antes de eso, me había encargado de tomar declaración a cuatro testigos del descuartizamiento de un preso, por ejemplo, pocos días después del suceso. O de ingresar una y otra vez a celdas de castigo, en las que cinco hombres dormían durante días enteros, sin poder salir al baño, así que ahí estaban las bolsas de mierda y las botellas con pis. O de visitar un polvorín, con un ex pasante hoy funcionario que no atiende los teléfonos, para verificar si servía como cárcel federal.  Una de las veces que estábamos de visita en un sector de la penitenciaría, empezaron los tiros, ante un supuesto intento de "motín". Nunca supimos si había sido una amenaza contra nosotros. Pero, bueno, quedamos en que no fui más, porque no me dejaron ni me querían recibir.

Volví por mi cuenta en 2009, mientras escribía "La vida como castigo" para hacer algunos reportajes sobre la vida y la muerte de Ricardo David Videla Fernández. Me reuní con Evelia, catequista en la cárcel, que me habló de su sonrisa, y con Stella Maris, su mamá, que me contó amorosamente cómo era su David, uno de sus tres hijos muertos, tres sobre seis, un triángulo en el cementerio.

Después, Mendoza se me ensanchó, y se agregó San Rafael. Allí presenté el libro, y conocí otro caso de perpetuas a niños. Los lazos y los afectos también se ensancharon, y se agregaron la Gaby y la Turca, sus bellos hijos, otros compañeros y compañeras.

Y, cuando nos enteramos que el Indio Solari tocaría en Mendoza, nació el sueño de viajar, presentar el libro, y ir al recital.

Y así se hizo. No puedo en mí de la emoción. Este viaje fue increíble, y estas solo son pocas pinceladas que intento para guardar el recuerdo. Algunas fotos, algunas sensaciones. Todo lo que falta acá, está en las publicaciones, posteos y tuits que andan por ahí.

Día 1: Lunes 9 de setiembre,  Buenos Aires-Realicó

Me prometí salir a las 5 de la mañana, pero a las 7.15 estaba hablando con alguna radio. El tema de la "baja de edad de imputabilidad" empezaba a estallar, y me acompañaría durante todo el primer tramo del viaje, hablando con alguna radio en cada parada-. Pasado el mediodía, llegué a General Villegas, hablé un rato con Ingrid Beck sobre por qué estamos en contra de la baja,  y después  comí en una parrillita recomendada. Paradoja pura, una simple ensaladita:


A eso de las 7 llegué a Realicó, encontré un hotel sobre la ruta, y me quedé. Sin la obligación de manejar me di el lujo de la carne y el vino:




Día 2: Martes 10,   Realicó-San Rafael: A la mañana, vuelta a la ruta. La 188 es solitaria, no se escucha la radio, así que mi compañía fueron Silvio, Liliana Felipe, Serrat y Sabina y la Negra.



Al salir de San Luis me hicieron una multa por no tener la última constancia del pago del seguro...
Y al ingresar a Mendoza me miraron el baúl, para ver si llevaba fruta. Pero vieron esto, y seguí camino:



Las 12 del mediodía.  Faltaba poquito. Última escala para nafta, pis y internet, antes de San Rafael


En San Rafael hicimos la primera presentación de "Masacre...", en el marco del Ateneo de Formación Docente:


A la noche, cena liviana con las chicas, y a la camita.

Día 3: Miércoles 11,  San Rafael:

Conversa, reuniones, prensa, descanso al sol en la hamaca:


A la noche, nueva cena con amigos/as, más conversa, comida rica y buen vino. Y a dormir, que a la mañana temprano había que partir hacia Mendoza. Nos prometemos vernos en el recital, cargo el auto con cositas ricas, y con el regalo del Oli, una de sus preciosas miniaturas de plastilina.

Día 4: Jueves 12, San Rafael-Mendoza-Godoy Cruz

Tempranito, tranqui, mirando un poco el paisaje. Al salir hacia Mendoza, unos paradores que dicen "San Rafael te protege", onda el santito, tan presente el imaginario católico en la ciudad y alrededores. 

Es la primera vez que llego a Mendoza en auto. Después de juntarme con Hugo y Claudia, y de ver a Fernando y Diego, decido aceptar el ofrecimiento de Mariana, y allá voy, a su casa en Godoy Cruz, a cenar con sus también bellos hijo e hija, y a dormir en la cama del Joaco.

Día 5: Viernes 13,  Mendoza-Godoy Cruz

A la noche era la presentación del libro en Radio Nacional. Pasé parte de la tarde paseando con Hugo y Claudia, volví a lugares que había recorrido con mi hijo 17 años atrás. 

Nervios: ¿Cómo saldría todo? A las 20.30 estábamos en el auditorio, con los libros y las remeras: 


Y todo salió maravilloso, por muchos motivos, pero en lo más personal, porque allí en la mesa estaban para arroparme gente con la que me quiero con cariño, admiración y respeto: Fernando Peñaloza y Roberto Juárez.



Conmigo, un nadie, en nombre de todas las víctimas del Pabellón Séptimo.

Y en la primera fila, amorosas, Angelina González y Angélica Escayola. Y por ahí, Mariana, Dante, Fernando, Gretel, Ani, gente que milita y labura cada día por las buenas causas.

Todo terminó bien: vendimos libros, nos felicitaron y acompañaron, y de ahí nos fuimos volando a la Rock & Pop Mendoza, donde nos hicieron un reportaje en la previa ricotera.


Vuelta a Godoy Cruz, una llave que no andaba, esperar un rato, y a la camita! El día siguiente era especial: tocaba el Indio, y por primera vez en mi vida asistiría a la misa...

Día 6: Godoy Cruz-San Martín

A la mañana desayunamos con Dolo y su niño, otro bello y otra madre amorosa (son muy amorosas estas madres, no sé si por eso son amigas, o es pura casualidad, pero por los motivos que sean, es así nomás)
Al mediodía llegó la delegación sanrafaelina. A media tarde partimos para San Martín. En las mochilas de Gaby, la Turca y Mariana había cuatro termos con agua caliente, sopas instantáneas, cucharas, vasos, criollitos cordobeses, chocolate, caramelos, café y yerba. 

Y llegamos a la misa, con otros/as miles y miles y miles: 





Al llegar, comenzó el sufrimiento. El frío se volvió insoportable. Dijimos cosas como "jamás en la vida pasé un frío así", nos reímos prometiendo "dos temitas y nos vamos!" Yo me había puesto medias largas, medias térmicas, pantalón de gabardina, remera de mangas largas térmica, buzo térmico, pullover, cuellito de lana, y campera híper abrigada, y se ve que lo térmico no funcionaba, porque estaba cagada de frío. 



Un mate (solo uno, porque sino me agarran ganas de pishar, y no puedo en los baños químicos, el chorro se corta). Chocolate. Una sopa con fideítos, que  no terminan de ablandarse porque el agua se enfría al toque. Un criollito. Caramelos. Nada saca el frío. Así, cinco horas, hablando y riendo pa' no salir corriendo al auto calentito. 

Mariana, la Turca y Gaby. Atrás, un ricotero cosecha '60 (ma' o meno)

21.48 comienza el recital, que vemos pegadas a una pantalla. 

Hasta que pasó esto:

"Para quienes tienen el hábito de la lectura, ha sacado un libro una escritora que se llama Claudia Cesaroni, estaría bueno leer sobre la masacre del año 78 en el pabellón séptimo de Devoto. Aquellos que tengan el hábito de leer, comprenlo, leanlo, y se enterarán de las verdades razones de la masacre que hubo ahí", dijo el Indio antes de cantar Pabellón Séptimo (Relato de Horacio)


Gritamos, saltamos y nos abrazamos, y yo no podía perder la sonrisa y la emoción. Hasta hice algo parecido a un pogo!

Después, el Indio canta su último tema, y me impresiona que nadie pide ni un bis: la gente sale pacífica y armoniosamente, miles y miles caminando llenos y felices. Terminó el recital, los abrazos, las despedidas, y como había decidido volver directamente, me metí un rato en el auto para recuperar el calor corporal. Una hora y media después, llegué a la Ruta 7, y el cartel: 1048 kilómetros hasta Buenos Aires. Comenzaba la vuelta. 

Día 7: San Martín-Buenos Aires y final: 

En una estación de servicio cerquita del Autódromo, paro para dormir y esperar que se haga de día. Me acomodo, prendo cada tanto la calefacción, y se hacen las 5.

Y así voy, manejando y parando cuando siento que no puedo más. No tengo nada para comer, daría muuucho por un mate con criollitos, pero cada estación de servicio por la que paso está cerrada ante el temor por la horda ricotera. Empiezo a odiar a los servicentros vigilantes. En Fraga, San Luis, logro llenar el termo con agua para el mate, después de una hora de espera para llegar al único expendedor funcionando. Todos los chicos y chicas que bajan de los micros tienen una paciencia envidiable: hacen colas eternas, recorren los alrededores buscando pan y fiambre, esperan tranquilamente al lado de las decenas de micros que voy viendo parados y rotos en las banquinas. 

Manejé con niebla, lluvia... y nieve!


Manejaba, y cuando sentía que no podía más, paraba a dormir a la vera de la ruta, en compañía de camioneros y afines.

En Vicuña Mackena (Córdoba) y en Vedia (Buenos Aires) vi policías camineros pidiendo documentos con armas largas, y camionetas ridículamente camufladas para la guerra. Y, siempre, a lo largo de los 1000 kilómetros y pico. micros y autos y camionetas ricoteras, llenas de gente tranquila y paciente y feliz. En Laboulaye paré a cargar nafta y a almorzar. El playero de la YPF me recomendó una parrillita que yo no había visto: glorioso menú a 50 pé. Ahí también había un grupo de ricoteros en ruta, la imagen misma del gruipete de amigos unidos por el Indio, el fútbol y un buen asado.


Después, puro agotamiento. No daba más, pensaba que no llegaba, sobre todo cuando se hizo de noche, y llovía. El cd que nos regalaron en la Rock & Pop, un compilado de las canciones del Indio, un poco de Silvio, y los partidos de fútbol relatados por Víctor Hugo (Boca/Racing) y Jorge Alcapallo (Arsenal/River) me mantuvieron despierta. Y a las 11 de la noche llegué a casa, fin del viaje y fin de la crónica.





jueves, 15 de agosto de 2013

miércoles, 7 de agosto de 2013

109 EXPLICADO PARA MAURICIO

Hola, mi amor. Supongo que estarás en el Círculo, a esta hora: las 12.30 de acá, las 10.30 de allá. Dentro de un ratito almorzarás con tus nuevos amiguitos/as, algunos de los que conocimos la vez que anduvimos juntos por ahí:



Sos mi nieto. Soy tu abuela. Mi amor hacia vos es el amor a mi hijo, tu papá, enriquecido y aumentado por los años, la experiencia, y la ternura. Eso siento cada vez que podemos vernos, abrazarnos y besuquearnos. Y hoy quiero contarte que aquí, en la Argentina, hay otras abuelas como yo y otros nietos como vos, que hace muchos años fueron separados. Fue en la dictadura, un gobierno de gente malvada, que hizo cosas horribles con miles de personas que vivían en este país: no solo con argentinos/as, también con uruguayos/as, chilenos/as, paraguayos/as, bolivianos/as, y hasta dos cubanos, trabajadores en la Embajada de Cuba en la Argentina.
En esa dictadura espantosa, sucedieron muchas cosas terribles. Una de esas cosas terribles, fue el robo de bebés y niños. Los militares mataron o hicieron desaparecer a sus mamás y papás, y se robaron a sus hijos/as, como si fueran objetos, y se los quedaron o los repartieron entre familias amigas de ellos. Pero no tuvieron en cuenta el amor de las abuelas. Las abuelas fueron y son leonas buscando a sus cachorritos y cachorritas. Y los fueron encontrando, de a uno. Y hoy, mi vida, somos muchos/as aquí que estamos contentos/as y emocionados/as porque las Abuelas, con ayuda del Estado, y de mucha gente buena, encontraron al nieto número 109. Todavía no sabemos si es mujer o varón, pero no importa. Es un nieto recuperado. Mirá vos, el campeonato de fútbol que empezó el fin de semana pasado (y que River comenzó perdiendo, ufa!), justo se llama así: "Nietos recuperados"... Hermosa coincidencia.

Este es el logo del nieto 109:


Y esta es una canción preciosa, dedicada a los nietos ausentes, mientras esperamos que lleguen:

http://www.youtube.com/watch?v=GEo2f-P_Clc


Te amo. Tu abuela.

PD: Ya sabemos: es un varón! Se llama como tu tío abuelo: Pablo, y en la foto que muestran en esta nota se lo ve cuando era chiquito y se lo robaron:

http://diagonales.infonews.com/nota-200759-El-nieto-109-es-Pablo-German-Athanasiu-Laschan.html

... y otra canción preciosa:

http://www.youtube.com/watch?v=g28wapUabkM





sábado, 3 de agosto de 2013

SOBRE EL DOLOR Y LA SAÑA

La provincia de Mendoza es bella por donde se la mire. Una canción que cantaba Mercedes Sosa describía esa belleza, y una de mis módicas felicidades fue, alguna vez, comprobar que era cierto, que no era lo mismo el otoño allí: 

http://www.youtube.com/watch?v=J85_2bRtiho

Esa provincia bella, o más bien algunas de sus autoridades políticas, varios de sus legisladores/as,  jueces, fiscales y defensores, muchos de sus policías y funcionarios penitenciarios, han cometido una serie de desatinos,  brutalidades y crímenes en los últimos años, enmarcados en una difusa e ineficiente "lucha contra el delito y la inseguridad", que no han provocado más que dolor y saña contra algunas personas: los jóvenes pobres de las barriadas populares, en la calle y en la cárcel. 

La policía de Mendoza desapareció y/o asesinó a Adolfo Garrido, Raúl Baigorria, Christian Guardati y Sebastián Bordón: 

http://www.cidh.oas.org/annualrep/97span/Argentina11.217.htm

El servicio penitenciario de Mendoza mató o dejó morir a decenas de presos, entre ellos, Ricardo David Videla Fernández, a sus 20 años. 
Jueces "de menores" de Mendoza, incluso alguno que se dice zaffaronista, impusieron tres condenas a prisión perpetua a personas que cometieron delitos antes de los 18 años de edad, entre ellos, Ricardo David Videla Fernández. 

http://www.corteidh.or.cr/docs/comunicados/cp_11_13_esp.pdf

Gobernadores de Mendoza, con el apoyo del gobierno federal, construyeron una cárcel en el medio del desierto, lejos de familiares, abogados/as, organizaciones sociales: 

http://www.mdzol.com/nota/230778/

Legisladores/as de varios colores partidarios votaron leyes que determinan el aislamiento de por vida de algunas personas privadas de libertad, construyendo así monstruos irrecuperables: 

http://cepoc-cepoc.blogspot.com.ar/2012/08/carta-abierta-los-senores-y-senoras.html

http://www.legislaturamendoza.gov.ar/?p=2167

Pero parece que no alcanza, en esta guerra iniciada contra el delito, la inseguridad y los monstruos. 
Entonces, ahora, se piensa en aislar y separar a los jóvenes, aún más de lo que ya lo están, construyéndoles una nueva cárcel en el desierto: 

http://www.mdzol.com/mobile/mobile/480747/

En el mes de julio visité una cárcel para jóvenes en La Habana,  Cuba. 






Conversando con los muchachos, les pregunté si estaban cómodos en los pabellones colectivos en los que viven: 




Uno de los jóvenes me dijo, asombrado: "¿En Argentina los muchachos no están todos juntos?" Le respondí que, en general, se veía como positivo que cada uno tuviera su celda individual. Su asombro y el de sus compañeros aumentó, y me dijo que no, que de ninguna manera, que ellos eran compañeros entre sí, que estar juntos les enseñaba a compartir sus alegrías, y a ayudarse cuando estaban tristes o angustiados, que no entendían cómo podía ser bueno estar cada uno en una celda, encerrados y sin poder comunicarse. 

Recordé esto al releer un informe que me tocó hacer en junio de 2005, en el sector de "máxima seguridad" de la cárcel para jóvenes de Mendoza, pocos días antes de la muerte de Ricardo Videla. Los jóvenes que estaban allí, catalogados como especialmente conflictivos,  peligrosos, o difíciles, estaban sometidos a un régimen especial, una de esas normativas creadas para el mal y adornadas por eufemismos: 


Módulo 11 “Alta Seguridad”

Este Módulo se rige por un reglamento especial, Nº 841/05, según nos informa su Jefe (...). Las personas allí alojadas –está dividido en dos alas, de un lado están ocho jóvenes adultos, y del otro, presos mayores de edad-, llegan allí en razón de su mala conducta o de los intentos de fuga, y sufren severas restricciones en sus condiciones de detención: pasan 21 horas encerrados, solo pueden recibir visitas de familiares directos, y no tienen actividades diarias. Es decir, se les imponen las mismas condiciones de vida que si estuvieran castigados, pero en forma permanente. 


Lo que quieren hacer ahora en Mendoza es ocultar aún más a estos jóvenes, llevarlos más lejos y tornarlos más invisibles y monstruosos.  

Quizá se pueda evitar este nuevo crimen. Quizá se puedan escuchar las voces de las pocas organizaciones que se oponen a la idea de que las personas privadas de libertad son basura a la que hay que esconder lejos de la ciudad. Quizá alguien pueda escuchar la voz de uno de los jóvenes que entrevistamos en aquel junio de 2005. Aquel joven tenía 19 años,y contó que unos días antes, al ver que un compañero se había prendido fuego, había gritado pidiendo ayuda, y en castigo lo inyectaron con un sedante, mientras él pedía que por favor no lo hicieran porque anteriormente también lo habían inyectado, y estuvo tres días sin poder levantarse de la cama, y estuvo dos días “tirado”. El relato lo hizo entre llantos, decía que sentía angustia, dolor en el pecho, y que “solamente pienso en mi mamá, sino me ahorcaría. Nadie piensa en mí.”
Ese joven  resumió en una frase lo que era su vida, sometida a un reglamento especial y a la burocracia del dolor. Ese joven, sin saberlo, estaba respondiendo al asombro del joven cubano que, abrazado a su compañero y con una sonrisa plena, me decía que no, que ellos siempre preferían estar juntos, que juntos la vida en el encierro es menos dolorosa. 

Ese joven, con sus 19 años, resumíó libros enteros de criminología, de psicología y de derecho: “Aquí no tenemos apego con nadie. Vivimos solos, uno por celda, nos llenamos de dolor y de rencor”.

Como ha dicho sabiamente el enorme Nils Christie, en el fondo de lo único que deberíamos ocuparnos es de reducir el dolor. Ojalá haya fuerzas en Mendoza para, al menos, no aumentarlo. 


martes, 30 de julio de 2013

SOBRE LO QUE ES SER VIGILANTE

Hijo levemente enfermo, madre utiliza su mañana para circular por el barrio, hacer trámites y compras varias. El recorrido se realiza afortunadamente en no más de tres cuadras a la redonda, e incluye mercería para retirar ropa remendada (42 pesos); correo para enviar el acta con las notas corregidas a una Universidad del "interior" (51 pesos la carta certificada más un peso de sobre, igual 52); pollería para comprar dos pechugas y un tarro de miel (45,40); farmacia para comprar el remedio, y de paso uvasales, curitas y toallitas Espadol (130); negocio naturista para comprar ensalada, compota y pan integral (49);  kiosko de diaros para comprar el Olé (4,75) y panadería para el pan (5, 90) Además de pensar, siempre, que me cuesto cara cada vez que salgo por ahí, el episodio que quiero contar sucedió en la farmacia (la Farmacity de Corrientes casi Angel Gallardo). En la zona donde se vende con receta, al fondo, hay dos expendedores con números: uno con obra social, uno sin. Hay mucha gente esperando, incluyendo una mujer joven con un niñito de un año y poquito. El nene se entretuvo un rato con una botella de sprite y una pajita: la mamá intentó que tomara, pero el nene soplaba, y así. La mamá era muy cariñosa y paciente. El nene, como todo nene de año y pico, quería circular, tocar, tirar, etc. La mamá, entonces, lo hizo a upa. Al rato, se acercó a la mujer que atendía a los "sin obra social", que le respondió que, como tenía carné, que esperara a que la atendieran en el otro sector. Y agregó: "A ver si alguien la atiende, que este nene está INCORDIOSO". El término me molestó, pero no dije nada. La mamá sonrió, más paciente que yo, y se acercó con su hijo al otro mostrador, donde la atendieron salteándose unos números (pero ya había esperado unos 15 minutos, y solo la atendieron cuando ella se sintió habilitada a acercarse con su hijo porque la empleada que lo había llamado incordioso, así se lo dijo). La atienden (la empleada que lo había llamado incordioso volvió a hacer un comentario acerca de lo molesto del niño, mientras tanto), y al final, le dicen: "Con esto andá a la caja, aunque no tenés que pagar nada". Pasar por la caja, aunque no tengas que pagar, solo se explica porque los remedios te los dan en unas bolsas cerradas con cierre y precinto de seguridad, así que no te podés ir sin pasar por el lugar donde te sacan ese precinto, que es la caja. Yo esperé mi turno (pasaron dos personas), tardé unos 15 minutos más. Cuando me dirijo a la caja a pagar, veo a la muchacha, todavía con su bebé a upa, esperando que la cajera le saque las esposas a la bolsita con su remedio. Siguiendo el ejemplo de mi amiga Verónica y su lucha denodada por el respeto a madres presentes y futuras, le hago señas a un tipo con traje de "seguridad" que estaba parado ahí, cerca de las cajas y de las puertas de entrada. El tipo se acerca. Le digo: "¿Usted no tendría que hacer pasar a embarazadas y personas con bebés, como esta señora que está ahí?" Y el infeliz me responde: "Lo que pasa es que muchas veces entran con los chicos caminando y después se los ponen a upa para pasar antes". ¿Qué me dijo?" Le pregunté, porque preferí pensar que había escuchado mal. El infeliz me lo repite, y agrega: "Y me ha pasado de que la gente se queja..." Y se volvió a su triste puesto de vigilante. Cuando llego a la caja, le digo a la muchacha que me atiende: "Disculpame, ustedes no saben que a las personas con bebés las tienen que hacer pasar antes?" "Sí, pero no vi a nadie, nos tiene que avisar el de seguridad", me dice. Le respondo: "Se lo dije, pero me contestó xxxxx, una respuesta bien de milico". "Y, sí", me responde.
Fin de la anécdota. Me acordé de los penitenciarios que meten los dedos en las vaginas de las mujeres, o en los pañales de sus hijos "porque son capaces de meterle cocaína a sus hijos", etc.
Y pensé también que hay mucha gente que, con una sonrisa falsa, dice cosas horribles de los niños que tiene a mano, porque le molesta que no sean maniquíes inmóviles.
Eso nomás.
Fin del cuento.

jueves, 27 de junio de 2013

MI RAYUELA

Este año Rayuela cumple 50, uno menos que yo.

Lo leí por primera vez cuando tenía 14. No recuerdo si lo compré o me lo robé de la Biblioteca Manuel Estrada, donde iba por las tardes, un rato allí, otro rato a la Mariano Moreno, otro rato a la librería de mi tío postizo Aquiles: todo mi mundo literario en cien metros de la calle Belgrano, en Bernal.





Allí arriba, le pregunto a Cortázar si había llegado. Y sí, había llegado, y se había ido pronto, y yo no había cumplido el sueño de verlo caminando por Corrientes con un ramito de jazmines en la mano.



Iba conmigo a todas partes, aquí y allá. Gracias a Lali Huertas, que guardó esta foto de Mar del Plata, verano del '81!:




Mi Rayuela guarda tesoros entrañables.


Billetes pesos ley o moneda nacional, o algo así.



Y un tesoro hojita de no sé dónde.


Desde el fondo de los tiempos viene la costumbre de guardar papelitos.


"Córdoba va", me la copió un amigo de por allá en algún fogón en Pinamar, altri tempi.


Leída en trenes, subtes, metros, buses, colectivos, aviones y barcos.


Y hasta tuve que intervenirla! Síndrome de la futura correctora.



Párrafos leídos una y otra vez, marcados y remarcados.



El amor al mate, en sus palabras.


Y llorar, una y otra vez, con el bebé Rocamadour.


Esta, entre muchas otras, es mi Rayuela, el libro que elegiría si tuviera que elegir uno solo.