La
Habana-Lima-Buenos Aires, agosto/setiembre de 2014
Señores
de Avianca
S/D
Señores:
Un
viaje organizado con suficiente tiempo como para cumplir con el deseo
de visitar a mi familia, sin desatender mis obligaciones
profesionales y académicas, se transformó en una enorme decepción,
y en un daño incalculable a mi desarrollo profesional por culpa de
ustedes, y creo que ese daño debe ser reparado de modo justo y
razonable.
Desde
el 3 de julio de 2014 tenía un pasaje comprado y pagado al contado, a través de
ASATEJ, para volar con ustedes. Debía salir de Buenos Aires el día
viernes 8 de agosto a las 6.02 de la mañana con el vuelo AV 964 , y llegar
a Lima a las 8.44 para tomar el vuelo TA 958 a las 10.30 llegando a La Habana a las
17 del mismo viernes 8 de agosto. Así, podría visitar a mi pequeño nieto de 3 años esa misma
noche. El niño, al que no veía desde el mes
de enero, me estaba esperando ansioso, y yo más aún esperaba el
momento de abrazarlo luego de siete meses de no verlo.
Llegué al aeropuerto de Ezeiza el día 8 de agosto a las 3 de la mañana. Apenas al llegar, me enteré que el
vuelo AV 964 estaba retrasado. Finalmente, el retraso fue de dos horas y media, tiempo suficiente como para
que perdiéramos las conexiones. El modo de organizar la reubicación
de los pasajeros fue tortuoso, desorganizado e irrespetuoso con
nosotros /as, que habíamos llegado a Ezeiza con tiempo suficiente para embarcar a horario, sin que se nos haya advertido de nada, la
mayoría sin dormir, y sin saber a qué hora llegaríamos a destino.
Con métodos artesanales y absurdos -los/as pasajeros/as debíamos
correr detrás de los empleados de Avianca que iban anotando en
papeles sueltos nuestros nombres y necesidades- se nos ubicó en
vuelos de COPA. Al llegar a Lima, para tomar el vuelo de COPA, poco
antes de abordar un empleado de COPA nos dijo que en tanto no llegara
nuestro equipaje, no nos dejaría subir al avión, o bien que nos
bajaría si ya habíamos subido. Nos recomendó que NOSOTROS nos
aseguráramos de que desde Avianca se enviara el equipaje a COPA. Así
es que, a medida que íbamos llegando a abordar el vuelo de COPA, se
nos mandaba a recorrer de vuelta cientos de metros al área de
servicios de Avianca, para presionar (así se nos dijo) por nuestros
equipajes. Finalmente, y mientras nerviosos y expectantes esperábamos
la dichosa lista en la que se confirmaba que nuestros equipajes
estaban ya en camino, pudimos salir.
La
llegada a La Habana fue a las 22.40, de modo que mi nieto se fue a
dormir llorando desconsolado porque su abuela no había cumplido la
promesa de ir a buscarlo para cenar con él, y pasar esa primera
noche juntos.
Diez
días con mi nieto hicieron olvidar ese mal trago del viaje de ida.
Pero al momento de volver a Buenos Aires, la escena se repitió como
farsa. Otra vez el vuelo retrasó su salida dos horas y media. Otra
vez la atención fue desatrosa, más allá de la buena voluntad de
algún empleado. El vuelo TA 959 debía salir a las 16.17 de La
Habana. Al momento de chequear, y solo porque pregunté si estaba en
hora, la empleada me dijo que no, que se atrasaría una hora.
Pregunté por mi conexión. La misma empleada de check in me aseguró
que no la perdería. A las 16, cuando vi que en la puerta número 7
donde estaba anunciado el vuelo no había ningún avión, me acerqué
a preguntar a una empleada que estaba trabajando en otra puerta, para
otro vuelo. Allí, a esa hora, es decir, a la hora en que el vuelo
seguía siendo anunciado (16.15) me enteré de que estaba atrasado
más de una hora, y de que sí corrían riesgo nuestras conexiones.
Era evidente que el problema que hubiera sucedido, ya se conocía, y
que se me mintió al momento de chequear. Y, peor aún, al resto de
los/as pasajeros/as, los/as que no preguntaron nada, si siquiera se
les advirtió del retraso.
Yo
tenía que cumplir una importante actividad académica el día
miércoles 20 de agosto. Había previsto llegar a la hora acordada,
es decir a las 4 de la mañana. Mi pareja vendría a buscarme,
llegaríamos a más tardar a las 7 a mi domicilio sito en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, y a las 11 pasaría a buscarme un remise
para asistir a una clase magistral que debía brindar en Universidad
Nacional de General San Martín, a la que habían sido invitados
alumnos/as, profesores y altas autoridades de la Universidad,
actividad que estaba organizada desde hacía más de 2 meses. Esa
actividad debió suspenderse un día antes de su realización, por
culpa de ustedes. Será muy difícil reprogramarla, y me produce un
perjuicio profesional y personal inmenso, que me cuesta calcular en
este momento, pero que sé irreparable.
En La Habana al principio se nos ilusionó con que los
vuelos de nuestras conexiones nos esperarían. Luego se nos dijo que
eso no era posible, y que deberíamos dormir en Lima, para luego, en
algún horario incierto, volar a nuestros destinos.
Éramos 39
pasajeros que nos dirigíamos a Buenos Aires, 14 a Montevideo, 19 a
Santiago de Chile, los que no sabíamos cuándo ni cómo llegaríamos. Finalmente salimos a las 19 de La Habana, llegamos a las 23 a Lima, y nuevamente en medio de un desorden descomunal, persiguiendo personal por todo el aeropuerto, pidiendo por favor que alguien se ocupe de nosotros, y viajando una hora hasta llegar a los hoteles donde nos ubicaron (en los que algunos comimos, a otros se les negó la cena!), tomamos el avión de vuelta a Buenos Aires, el día 20 de agosto a las 10.35 de la mañana, llegando a Ezeiza pasadas las 17.
Mi
pareja ya no pudo ir a buscarme en nuestro auto, porque debe viajar
por motivos laborales el miércoles 20 por la tarde. La gentileza de un empleado de Avianca en Buenos Aires hizo que me pagaran un remise, el único gesto más o menos eficiente y ejecutivo de todo el viaje.
Creo
que vuestra compañía debe reparar el daño que me han causado. He
pensado de qué manera eso sería posible, y he resuelto reclamar lo
siguiente: dos pasajes La Habana-Buenos Aires-La Habana
para viajar en el mes de octubre (fecha cierta a confirmar), con
regreso en noviembre (ídem), para un niño de 3 años (mi nieto) y su madre.
Es
muy poco esfuerzo para ustedes, frente al daño causado al comienzo y
al final de un viaje de 11 días.
Espero
su respuesta en un plazo perentorio.
Buenas
tardes.
Claudia
Cesaroni
Abogada
@ccesaroni
uno siempre debe viajar el dia antes de entrar a trabajar previendo improvistos como mal tiempo etc. es una pesona muy desorganizada
ResponderEliminaruno siempre debe viajar el dia antes de entrar a trabajar previendo improvistos como mal tiempo etc. es una pesona muy desorganizada
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