sábado, 7 de enero de 2017

UN PEDIDO CON AYUDA DE NILS CHRISTIE

Hola, quería pedirles que busquen al pibe o piba de 14 o 15 que tengan más cerca. Si no tienen ningunx, recuerdensé ustedes a esa edad. Después, imaginen a esx que tienen cerca o a ustedes en un Instituto de esos que todo el tiempo estallan con colchones quemados, o con gritos de desesperación, o con colgados sospechosos.
Imaginen el olor, los gritos, las amenazas, los golpes, las violaciones, el llanto.
Lean de nuevo Las tumbas, de Enrique Medina. Lean cualquier relato de cárceles. Solo hay dolor. Todo lo otro que les cuenten, es puro eufemismo, promesas incumplidas. Puro dolor y venganza.
Yo, simplemente, no quiero eso, porque como decía el enorme Nils Christie, cuando se trata de combatir el dolor, prefiero ser una imperialista moral:
"Durante algunos años, el moralismo dentro de nuestro campo ha sido una actitud, o incluso, un término que se asocia con los defensores de la ley y el orden y de las severas sanciones penales, mientras que a sus oponentes se les ve como flotando en una especie de vacío carente de valores. Dejemos por lo tanto completamente claro que yo también soy un moralista. Peor aún: soy un imperialista moral. Una de mis premisas básicas será que se debe luchar para que se reduzca en el mundo el dolor infligido por el hombre. Puedo ver muy bien las objeciones a esta posición: me dirán que el dolor hace crecer a la gente; que la hace más madura, la hace nacer de nuevo, tener un discernimiento más profundo, experimentar más gozo si se desvanece el dolor, y según algunos sistemas de creencias, acercarse más a Dios o al cielo. Algunos de nosotros quizá hayamos experimentado algunos de estos beneficios. Pero también hemos experimentado lo contrario: el dolor que detiene el crecimiento, el dolor que atrasa, el dolor que hace perversas a las personas. De cualquier manera, no puedo imaginarme en situación en que yo me esforzara por hacer que aumentara en el mundo el dolor infligido por el hombre. Tampoco puedo ver ninguna buena razón para creer que el nivel reciente de imposición de dolor sea correcto y natural. Además, puesto que el asunto es importante y me veo obligado a elegir, no veo otra posición defendible que la de luchar para que disminuya el dolor". Nils Christie, Los límites del dolor, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2001, pág. 13

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