domingo, 8 de febrero de 2015

HACE 10 AÑOS, OTRA MARCHA A LA QUE NO FUI

Hace 10 años, un hombre convocaba a marchas por la seguridad. No era fácil oponerse, porque era un padre doliente, al que le habían matado un hijo.  Por ser familiar de una víctima, se pretendía que sus palabras y acciones eran indiscutibles. 
Hoy, se pretende algo parecido con Nisman: un sujeto que no cumplió bien su trabajo, que dilapidó fondos públicos, que instigó a cometer delitos, que formó parte de un ataque contra la presidenta democrática, y que, vista la debilidad de su posición, se suicidó. 

Esta es la carta que hace diez años, el 29 de marzo de 2004 mandé a "Mirá lo que te digo", el  programa conducido por Adolfo Castelo, en Radio Mitre, que escuchaba cada tarde:


Hola. Suelo escucharlos en estos días en que estoy trabajando en mi casa. Quisiera enviarles estas reflexiones, que surgen a partir del caso de Axel. En general comparto sus opiniones, y tal vez lo que sigue sea polémico, pero me preocupa la superficialidad con que se exponen ideas que, lejos de resolver problemas, no hacen más que agravarlos. Gracias y hasta pronto.
Claudia.
Un hombre dolido, al que le acaban de secuestrar y matar a  su hijo de veintitrés años, recorre canales de televisión enarbolando un programa de política criminal que, dice, va a exigir de inmediato a los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Tiene muchísimo dolor, que expresa con palabras,  llantos y reclamos. Es difícil no solidarizarse con él, que no cesa de describir lo maravilloso que era Axel: buen hijo, estudioso, trabajador, bien educado. Su muerte carece de sentido, resulta incomprensible para ese padre, para la madre, para los amigos, para la novia, y para los televidentes, lectores y oyentes que reciben ese dolor sin poder hacer ninguna otra cosa que intentar compartirlo.
 El padre de Axel encabezará, dice, una campaña. Quiere que se condene a quienes portan armas a diez años de prisión como mínimo. Que los secuestradores estén treinta años en la cárcel. Que los presos trabajen, “en lugar de mirar televisión”. Cuenta que estuvo en Estados Unidos, y vio hileras de presidiarios, con grilletes, trabajando con pico y pala en las rutas estadounidenses. Propone algo parecido para los presos argentinos. También menciona las deficiencias de la investigación, que encabezó un fiscal federal y la policía bonaerense.
Decenas de micrófonos amplifican las palabras de esta persona, atravesada por el dolor. Y lo que quiero decir es que los problemas de la criminalidad, del delito y la violencia, de las fuerzas de seguridad y de la justicia,  se manejan en la inmensa mayoría de los medios de comunicación con una absoluta falta de responsabilidad. Es como si, a un padre o a una madre a la que se le acaba de morir un hijo luego de una mala praxis; o porque se le cayó un balcón mal construido, se le brindaran todos los micrófonos para que diga, -repito, en el marco de ese dolor inenarrable- qué nuevos tratamientos médicos, que protocolos, que medicamentos, debieran aplicarse en adelante para evitar muertes como las que ellos padecieron. O, en el segundo caso, de qué modo construir correctamente un edificio. La persona que padece es eso, un sujeto sufriente, una víctima. No ha sido preparada, no ha estudiado los fenómenos que lo afectan de modo tan brutal. Pero, ante la falta de respuestas de quienes están obligados a darlas, es puesta en un rol que no le compete. Sencillamente, porque no sabe de qué está hablando. Tal vez suene brutal, pero cuando se expone a las víctimas de este modo -víctimas de violación, víctimas de la muerte de seres amados-, lo que siento es que se las está revictimizando, con la excusa de escucharlas.
El mismo día (domingo 28/3) en que el papá de Axel recorría canales y aparecía en los diarios, Página 12 publicaba una nota de Horacio Verbitsky en la que se informa que un torturador –de la dictadura y de ahora-, fue nombrado por el gobernador Solá como Jefe de Información del Servicio Penitenciario Bonaerense. Los presos, además de mirar televisión, viven hacinados y son golpeados, extorsionados, torturados. Sus familias –que ningún delito han cometido- son humilladas en cada visita. En el Servicio Penitenciario Federal trabaja una cantidad ínfima de presos, no porque no quieran, sino porque no hay talleres, espacios ni presupuesto para que realicen un trabajo digno. Salvo que se esté planteando, a partir de ese modelo norteamericano, un retorno al trabajo esclavo.
El mismo día, también, Mariano Grondona hablaba del “tercer demonio”, dando por sentado que los miles de desaparecidos fueron el primero, la represión dictatorial el segundo, y los delincuentes y criminales comunes, el tercero. El lenguaje utilizado no hace más que imaginar un cuarto demonio, que, como el segundo, torture, fusile y aniquile a quien se le ponga enfrente. ¿Alguien recuerda el llamado de Ruckauf a meter bala a los delincuentes, y la posterior masacre de Ramallo?
 El papá de Axel tiene todo el derecho que su desesperación, angustia y dolor le dan para expresarse públicamente, reclamando lo único que parece posible reclamar una semana después de ser llevado a la morgue para reconocer a un hijo –único, luminoso, amado-, transformado en un cadáver.  Sin embargo, ¿No debería intentarse al menos, dejar de actuar con tanta irresponsabilidad desde los medios de comunicación y desde las autoridades políticas y judiciales? ¿Por qué cuando hay que hablar de puentes se convoca a ingenieros, de construcción a arquitectos, de enfermedades a médicos, y en cambio se supone que los problemas de la criminalidad pueden ser enfrentados como si fueran un meroproblema de sentido común, y se resuelven aumentando penas, para que haya más presos durante más tiempo en cárceles superpobladas y dirigidas por torturadores? ¿Por qué no se explica, o no se permite explicar, que ni el alargamiento de condenas, ni siquiera la pena de muerte, resuelve los problemas de la violencia, como lo demuestra sin lugar a dudas el ejemplo norteamericano?
Podrá argumentarse que los organismos de derechos humanos, sobre todo los de afectados directos –Madres, Abuelas, Hijos, Familiares-, también han elaborado propuestas y políticas a partir del dolor. Pero ha sido una creación colectiva, en la que se discutió, y se discute aún, entre decenas de personas, no solo las directamente afectadas, sino también profesionales, especialistas de derechos humanos, juristas, cada una de esas propuestas. Recién luego de muchos años de trabajo en común, y no pocas polémicas, todas esas personas, instituciones y colectivos, han podido plantear propuestas comunes. ¿Por qué no enfrentar del mismo modo los dolores que la violencia produce en el papá de Axel, en las madres y padres de tantos jóvenes asesinados –por la policía, por los guardiacárceles, por otros jóvenes-, en lugar de banalizarlo, creyendo que aplicando más dolor –más cárcel, más muerte, más violencia-, es posible resolver algo?
Son solo preguntas, surgidas mientras veo al papá de Axel, entre lágrimas, proponer las que honestamente cree son sus soluciones para que no haya otros Axel luminosos transformados en cadáveres. Y desde el respeto, y un intento de comprender su dolor, simplemente las formulo.
 Claudia Cesaroni
DNI 16263075


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