Cuando escribí Pensami e amami, me enteré de cómo había sido el primer encuentro de Umberto y Ada, mi nonno y mi nonna, una tarde lluviosa de otoño, cuando tenían apenas dieciocho años, en la esquina de la calle Volturno, frente al ministerio de Finanzas. Así que allí fuimos el sábado 8, a la exacta esquina en la que Umberto, galante, le ofreció el brazo a esa muchacha desconocida que no se atrevía a cruzar la calle inundada. Allí comenzó todo, y allí estuvimos una mañana luminosa. Antes de llegar descubrimos lugares hermosos. Roma es así, y nosotros no teníamos internet, así que caminamos siempre de más, un poco guiándonos por lo que podíamos buscar en los ratitos de wifi robados a la pelu de enfrente, un poco preguntando y mirando el plano.
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