Después de visitar la exacta esquina donde se conocieron Umberto y Ada en el otoño de 1909, seguimos camino, munidos de nuestro mapa, la paciencia de los y las romanas, y el más precioso vagabudeo. Así, pasamos por el Coliseo, la Fontana de Trevi, el Altar de la Patria, el Foro Romano. Al mediodía comimos una ensalada que compramos en un super con unos duraznos, cerquita del Consulado de Argentina, al que llegamos de casualidad.
En la Fontana de Trevi pedimos deseos y nos espantó la mugre creada por la horda de turistas. Nos dio ganas de ponernos a levantar botellas de plástico, pero no daba. Tampoco había muchos cestos para tirarlas, pero igual, la actitud de lxs visitantes nos pareció imperdonable. Al salir, pasamos por un lugar que anunciaba una exposición gratuita (las únicas a las que entramos): se trataba de un sitio perteneciente a los Carabinieri, y la exposición era sobre Giovanni Gentile, un intelectual del fascismo, ministro de educación de Mussolini. Nos hizo de guía una amable policía. La exposición era un poco elogiosa al sujeto, y muy interesante, lo que no nos pareció una contradicción. Parece que hasta Gramsci lo valoraba en sus condiciones intelectuales.
Después nos comimos un helado delicioso, ahí nomás.
En el Altar de la Patria nos quedamos largo rato mirando a Roma desde lo alto, descansando a la sombra, y tomando una birra yo y un café con un cornetto JP, y después descubrimos un Museo del Soldado Ignoto. Con mi libro en mano, entré a buscar la Compañía de mi nonno. No la encontré, pero estuve cerca.
Desde las trincheras, Umberto le escribía a Ada. Una de sus tarjetas es particularmente hermosa:
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