domingo, 30 de junio de 2024

UN VIAJE, DOS PAÍSES, DÍA 7: HOLA ROMA! RECORRIDO CESARONI, PRIMERA PARADA

 El viernes 7, después de casi no dormir, nos levantamos de madrugada, tomamos unos mates, cargamos los cagnolis regalo de Gloria y Marcelo, nuestras mochilas, y nos fuimos a tomar el Metro Línea 4 en la estación cercana a la casa de Graciela: Poblenou, para bajar en Urquinaona y desde allí caminar hasta Plaza Cataluña y tomar el Bus que nos llevaría al Aeropuerto. Todo salió bien, pese a los nervios que tengo siempre en estos casos, y llegamos bien temprano, cuando aun no estaba indicada la puerta donde debíamos embarcar, así que nos fuimos a tomar un café a un bar, para acompañar los cagnolis deliciosos. 

Los nervios también eran por el tamaño y peso de nuestras mochilas, pero todo estuvo bien, pasamos sin problemas y al fin tomamos el vuelo a Fiumicino, el aeropuerto de Roma. Yo llevaba mi collar con la foto de Umberto y Ada, la misma que está en la tapa de Pensami e amami, porque uno de mis objetivos de este viaje era recorrer los sitios donde la historia de mi familia había pasado. Dormimos un ratito en el avión y a eso de las diez de la mañana llegamos. Pasamos los controles -no recuerdo si fue allí o en otro vuelo en el que me hicieron un control "aleatorio", que en realidad fueron tres, no sé si tendríamos aspecto sospechoso o qué- y con mi módico italiano, logramos tomar un micro que nos llevara a Termini Estación, para una vez allí ir a departamento que habíamos alquilado por airbnb. Yo, en Fiumicino, ya empecé a sentir la felicidad de estar en la Patria de mi padre. 










No fue fácil llegar a nuestra casa. Quizá la persona con quién contacté pensara que teníamos internet en el celular, pero no. Sus indicaciones no fueron claras: nos dijo que tomáramos el colectivo 66 en Termini o el 60 en la Plaza de la República, pero no nos dijo dónde teníamos que bajar. Y sin internet, era imposible saberlo. De casualidad pescamos a una especie de inspector, le dimos la dirección: Ferdinando Martini 20, y nos dijo en qué parada teníamos que bajar. Compramos unas tarjetas válidas para tres días, a 24 euros cada una, y allá fuimos a tomar el 66, nuestro colectivo preferido en el mundo, que terminaba en Carlos Marx. Así comenzamos a guiarnos de modo absolutamente vintage, con un plano de papel en la mano. Nadie, o casi nadie (creo que vimos dos personas en todo el viaje) usa ya planos de papel: nosotros sí, porque andábamos sin internet. Mapa en mano, preguntando y armando recorridos cuando tuviéramos wifi, llegamos a todos lados: a los previstos, y a los que nos topamos precisamente por no tener un itinerario ya marcado por google. 





Llegamos, bajamos del 66,  nos encontramos en el camino con una librería "de viejo", nos pareció un buen augurio que allí también estuviera Marx. 


Cuando llegamos a la casa, ya sabíamos que su dueña no estaría, y que las llaves debíamos retirarlas de una peluquería que estaba enfrente. Allí fui, me dieron las llaves, entramos, recorrimos las instalaciones, y no encontramos wifi. ¡Cómoooooo????!!! Fui a la peluquería, pedí prestada wifi por un ratito, para hablar con María Teresa, la dueña, y esa fue nuestra salvación: la contraseña no solo me sirvió para ese contacto, sino que luego, cada día, sentándome en una parecita que estaba delante del negocio, ¡podía usar wifi! María Teresa me confirmó que el error había sido mío: no estaba incluida la conexión a wifi en el anuncio.

Ya veríamos cómo resolver. Ahora, ese primer día en Roma, tenía un primer objetivo: visitar Alessandria 40, la última donde vivió mi padre con sus hermanas y hermano, su padre y su madre, antes de viajar a la Argentina en 1926. Ya había estado allí en 2017, pero ahora volvería con Pensami y amami, y con mi amor que me acompañaba. Llegamos después de caminar mucho, tuve mis fotos, y después encontramos un restaurante donde comimos nuestra primera pizza con birra en Italia. Justo allí, frente a nuestra mesa, nos topamos con un afiche que anunciaba la Corsa (Carrera) de Miguel, un deportista desaparecido en nuestro país. El cartel tenía varios años, también nos pareció un buen augurio. 
Igual que los jazmines, que perfuman la ciudad. 



















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