En
el sur del mundo, vive una señora, la abuela.
Le
gusta leer.
Le
gusta escribir.
Le
gusta cocinar.
Le
gusta viajar.
Un
poco más arriba del medio del mundo, en medio de un mar azulceleste,
en una isla alargada como un cocodrilo, vive un nene, el nieto.
Le
gusta que le lean.
Le
gusta dibujar.
Le
gusta comer pollo, pepino, tomate y platanito.
Le
gusta bañarse en el mar.
La
abuela tiene más de 50 años.
El
nieto tiene menos de 5 años.
A
la abuela le sobran unos kilitos por el medio, por arriba y por
abajo.
El
nieto dejó los pañales, pegó un estirón, y se puso flaquito.
La
abuela hace cosas de grandes como escribir libros, dar clases,
ordenar la casa, manejar un auto, hacer las compras, ir a reuniones,
conducir un programa de radio. Algunas le gustan más, otras menos.
En
cada cosa que hace, piensa en el nieto que está allá, muchos
kilómetros al norte, en una isla en medio de un mar azulceleste.
El
nieto hace cosas de nenes. Se levanta con los ojos medio chinitos,
toma la leche y se come su pancito, y se va para el Círculo, que es
como se llama a los jardines de infantes en su isla. Después, a la
tarde, vuelve a su casa, mira un rato de tele, pinta, juega con sus
libritos, arma torres. Y más tarde -pero no muy tarde, a eso de las
7- se come su arrocito con frijoles, o su cerdito, o su pollito, y
después de un rato más de juegos, se va a dormir con su peluche
preferido, un tigrecito vestido de jugador de fútbol.
A
la abuela le gustaría ver a su nieto cada día, pero es un poco
lejos y caro viajar desde el sur hasta el mar azulceleste todos los
días. Tampoco se puede ir vez por semana. Ni siquiera una vez por
mes. Si fuera una ballena (una de verdad), podría ir nadando. Pero
no lo es, aunque a veces se mire en el espejo y diga "parezco
una ballena" y se prometa comer menos pizzas y más verdurita, y
caminar una hora por día alrededor del parque.
Entonces,
lo que hace la abuela es juntar plata de a poquito, y llenar sus días
con trabajo, y amor, y libros, y películas y conversación y comidas
ricas, y así el tiempo va pasando y llega de nuevo el día en que
junta toda la plata necesaria y la lleva al lugar donde venden
pasajes para viajar en avión. Allí se compra uno, y espera que
pasen los días hasta que llegue la fecha de meter todo lo que ha ido
comprando y juntando en una valija, subirse al avión, y volar a la
isla con forma de cocodrilo a visitar a su nieto.
Cuando
llega ese día y se toma el avión, y viaja varias horas, se baja de
avión y toma otro, y al fin llega, primero se va a la casa o al
hotel donde va a estar durante los días en que visite al nieto. Se
baña, se cambia, y se va caminando rapidito a encontrarse con él.
Siempre lleva un títere-vaca y con el títere en la mano saluda a su
nieto, que al principio está un poco tímido, y en seguida se le
pasa la vergüenza, y se deja abrazar fuerte, y la abuela siente que
en un solo abrazo abraza a su hijo, que es el papá de su nieto, y a
su nieto, y entonces es como si el abrazo y el amor se sumaran y se
multiplicaran y se le sale la alegría por todos lados.
Durante
los días que pasa con su nieto, la abuela camina, corre, salta,
canta, baila, se tira al piso, juega con agua, dibuja, lee, corta,
pega, arrulla. Y también, a veces protesta y se enoja, porque los
niñitos de menos de 5 años a veces hacen cosas como ponerse a
llorar a los gritos en medio de la calle, y no hay manera de que
dejen de llorar ni expliquen por qué lloran. A veces, también, se
niegan a dormir, o tiran la comida al piso, o se hacen pis encima
justo después de que las abuelas les pusieron la ropa para ir a
pasear. A veces, la abuela se cansa de tanto andar de acá para allá.
Pero la mayor parte del tiempo está feliz, con una sonrisa en toda
la cara, con la boca y los ojos bien llenos de alegría.
Al
final, cuando se tiene que volver para el sur, se pone un poco
triste. Pero después mira las fotos y los videos y los dibujos de su
nieto, y se los muestra a toda la familia, y a los amigos y amigas, y
de nuevo se pone a juntar plata en una cajita, hasta que le alcance
para comprar un pasaje de nuevo, y así ir otra vez a ver a su nieto.
Y vuelve a juntar lápices de colores, y papeles para dibujar, y
remeritas y shorcitos, y libros de todos los tamaños y formas, y
juguetes y cosas ricas, hasta que llegue ese día en que meta todo en
su valija, se suba a uno o dos aviones, y llegue a la isla, y
después, despacito, vaya con el títere-vaca y llame a su nieto, y
él la mire primero tímido y después se abracen y todo vuelva a
empezar, como sale el sol cada día, y como crece el amor desde el
sur hasta el mar azulceleste.
FIN
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