Primer día, primer tramo: Buenos Aires-Villa Mercedes (San Luis), por Acceso Oeste y Ruta 7.
Un alto y tortilla de choclo
Tormentón en medio de la ruta. Me tranquiliza recordar aquello de la caja de Faraday, pero igual da cierto chucho.
Voy catando delicias por la Patria.
Florcitas en una estación
Pared en Villa Mercedes (San Luis)
Una ensalada ligera en Villa Mercedes
Hotel Colonial en Villa Mercedes, habitación para seis, pero estoy yo solita. 300 pé con desayuno (medialunas deliciosas)
Segundo día, segundo tramo: Villa Mercedes (San Luis)-Vallecito (San Juan) Después de Villa Mercedes, la hoja de ruta indicaba que debía llegar a San Luis capital, y de ahí tomar la ruta 147 en dirección a San Juan. La ruta 147 nunca la encontré, y seguí derecho por la Ruta 7, así que me resigné a ir hasta Mendoza Ciudad, y de ahí seguí para San Juan, no recuerdo por cuál ruta. Entre San Luis, Mendoza y San Juan, me cobraron tres veces un impuesto para revisar mi baúl, verificar que no llevara plantas ni frutas, y rociar el auto con unas gotitas de algo. También, en algún control, la poli me avisó que no llevaba las luces bajas prendidas. Sí que las llevo, le dije. Bueno, entonces se le quemaron los foquitos. Por esta vez, la dejamos pasar, pero ponga las altas. Pero no es que las altas encandilan? Eso si viaja de noche, de día no! Así que de ahí en adelante, siempre con las altas.
Di mil vueltas, pregunté, seguí cartelitos escritos a mano, me metí por caminos internos, hasta que finalmente llegué, casi al borde de ponerme a llorar y con los Redondos al palo, que es lo que hago cada vez que tengo que darme ánimo, en mi faceta rutera. Eran las 2 o 3 de la tarde, tenía hambre y sed y poco efectivo, tarjeta no corre en Vallecito, así que comí lo más barato: un sánguche y un agua. Mientras comía, pregunté cuál era el mejor camino para comenzar el retorno. Un señor muy simpático me dijo que no me fuera por San Luis, sino por La Rioja, y decidí hacerle caso. Subí a ver a Deolinda, la saludé, pedí y prometí, y vuelta a la ruta.
Parece que lo que más se pide son autos.
Bien preciado
Casas también se piden mucho.
La Difunta Correa
Madre
Yo
Promesantes
Un ñandú de tronco
Un tramo laaargo en el que tocó ir a 40...
Trenes que ya no hay en Chepes
Aquí fui a buscar alojamiento, pero ni me abrieron
Un árbol con perfume precioso. Gabriela M. dice que son pimientos
Viejas pintadas
Viejas placas
Chepes
Una estación de tren que ya no es
Me enojan mucho las estaciones de tren que dejaron de serlo
Tercer día, cuarto tramo: Chepes (La Rioja)-Córdoba Ciudad: Escuché por la radio que Macri estaría en Córdoba, se me ocurrió llegar para la marcha en contra, que tenía la consigna "Sin derechos, no hay alegría". No llegué, porque hice algunas paradas nostalgiosas antes.
Para un lado, La Rioja, para el otro, Córdoba
Pueblitos
Soto
Leyendo en el agüita
Un almuerzo transgresor
Amo esos arbolitos, o arbustitos, y me enteré gracias a Fernando K. que se llaman Langeostremia. O crespones, según Renata S. C. Hace 30 años que vengo preguntando el nombre y nunca nadie me lo había sabido decir! En camino me enteré que en Córdoba rige la alcoholemia cero, así que me detuve un rato para que la latita de cerveza con que había almorzado, se evaporara por ahí. Odié a los/as automovilistas que en el camino del Valle de Punilla hasta Córdoba van a los piques en medio de curvas y contracurvas, violando todas las velocidades máximas y pegándoseme a la cola mientras yo voy muy oronda a 60, anque 40 cuando corresponde.
Valle Hermoso. Allí iba año por medio (los años pares) con mi hijo. A sus 6, sus 8 y sus 10. Allí vive mi hermana Silvia. Para llegar a ese balneario hay que hacer un camino escarpado en bajada, y para salir, hay que hacerlo ¡en subida! Otra vez los Redondos al palo, y pude!!!
Cosquín
Qué lindo los caballitos, iba a decir. Después me di cuenta de que eran de la Montada
Río Cosquín. Un balneario popular. Un 75 % de los/as cordobeses que están ahí votaron a Macri
Al llegar a Córdoba ciudad comencé a dar vueltas. Estaba cansada y quería recalar en algún lado. Encontré un hostel, menos mal que tenía una habitación privada, con baño compartido, pero durante las horas que estuve no lo compartí con nadie, al menos visible. Por 290 pé, con desayuno, estuvo bien.
Esos criollitos son la muerte
El infelí
Gran verdad
Cuarto día, quinto tramo: Córdoba-Buenos Aires Un temita que confirmé en este viaje es la pésima señalización de rutas y caminos. Me pasó en San Luis, cuando quise tomar para San Juan y seguí para Mendoza: no había un solo cartel. Después, al comentarlo con el amable señor del bar de Vallecito, me dijo que a él le había pasado muchas veces. Tal vez fue porque quiso hacerme sentir bien, pero parecía sincero. Para salir de Córdoba, un quilombo. Ningún cartel. Decí que yo pregunto sin ningún problema, me hago la simpática, y al final, llego. Y, con la autopista Córdoba-Rosario, cómo va a llamarse igual la autopista que la Ruta Nacional? O sea, yo paro en Villa María, y después, cuando quiero retomar, sigo las indicaciones que dicen Rosario/Buenos Aires, Ruta 9, y termino en la vieja ruta, no en la Autopista.
Nomenclatura libertadora
Aquí paré para vaciar el mate y me di cuenta de que no tenía yerba, y había estado tomando agua caliente sola. E' vero, eh. Ahí pregunté cómo retomar la autopista, hacia allí fui, y de pronto me encontré en un camino en el que venían camiones gigantes ¡de frente! Uno paró, y me avisó: estás de contramano. Le dije que quería tomar la autopista, me indicó, y así llegué. Había pensado en hacer noche en San Pedro, pero cuando fui a consultar al Howard Jhonson, donde alguna vez estuve parando, y me dijeron que costaba 1500 mangos, decidí sacar una fotito, tomarme un café, y seguir camino.
Las barrancas de San Pedro.
Gracias por el aguante, Suzukito.
No hubo un minuto en el que no me sintiera triste, aún los minutos en los que me reí de algo o de mí misma, o en los que leyera, comiera rico, paseara o conversara con mi gente. Manejé escuchando a Silvio, a los Redondos, a Lila Downs, a Nacha (sí, a Nacha, y me la re banco!), a Ismael Serrano, a Liliana Felipe, al Indio. Me pregunté una y otra vez por qué se tuvo que morir Carlitos, me di cuenta que lo que se sufre no es recordar lo que pasó, sino saber que hay cosas que ya no van a suceder.
Pero, a pesar de todo, sé que siempre, pero siempre, hay que conservar la sonrisa.