Señor
Secretario:
Acompaño
a la presente un fragmento de una carta dirigida a mí, por parte del
Sr. Hipólito Castelnovo, quien fue expulsado del Ejército Argentino
por negarse a encabezar un pelotón de fusilamiento en junio de 1956.
El Sr. Castelnovo tiene 81 años y está postrado en su cama desde
hace tiempo, ya que le han tenido que cortar ambas piernas como
consecuencia de su diabetes. Vive muy humildemente con su esposa
Elfi, en Moreno, y suele quejarse porque siente que “se mete a
todos los militares en una misma bolsa”, y que él fue “echado
como un perro, defendiendo los derechos humanos”. Se me ocurrió
que tal vez hubiera algún modo de reconocerle la valentía que tuvo
al negarse a cumplir la orden de fusilar compatriotas, en plena
restauración libertadora, y por eso me atreví a copiar parte de un
texto que él me confió, contando su historia. No hablo de un
reconocimiento económico, sino más de algún tipo de gesto que le
ayude, además de sentirse orgulloso por lo que hizo, a sentirse
reconocido frente a su numerosa familia. Además de ser un hombre
testarudo y valiente, Hipólito Castelnovo y su esposa Elfi son los
abuelos paternos de mi hijo Ernesto, uno de sus once nietos.
Gracias y un abrazo,
Claudia Cesaroni
Testimonio de Hipólito Castelnovo que acompañaba la nota precedente:
Mes
de junio, año 1955.
...
en este año también los camaradas marinos nos tirotearon por la
espalda, además debimos cuidar los alemanes del submarino hundido en
Uruguay más unos refugiados que había anteriormente. En el año
1952 el señor General Menéndez con otros camaradas se le ocurrió
juntamente con algunos políticos y otros personajes, alterar el
orden constitucional, casi lo consiguen pero porque aún en las
FF.AA. se encontraba personal con sentido humanitario, porque si el
Presidente en aquel momento los hubiera sacado de la circulación
social, no, los cambió de destino a unos a otros castigó con 15
días de arresto, y así quedó cuando se volvieron a encontrar otra
revoluta y van…, bueno, en esos movimientos aparece un señor
Coronel de apellido Achard, que me perseguía desde que yo era
Sargento y él Capitán porque un día me dijo que ya me debía dar
vergüenza estar en la Fuerza y ser un vulgar peronacho, contesté
que él se parecía a un mono macaco y yo jamás le dije gorila a
pesar de que en cada reunión se encargaba de menospreciarme, porque
yo escribía a máquina, sabía de electricidad, de telegrafía, y
otras cosas siempre había algo por lo cual discutir, a pesar que los
hijos de este señor me buscaban para que les enseñara a manejar, a
escribir a máquina, claro los chicos primero nada tenían que ver
con el papá y a pesar de tener uno 13 y el otro 15 eran muy
correctos, así siguió la vida hasta que en el año 1954 me destinan
castigado al R.I. 4 en Monte Caseros, Corrientes, por pretender
envenenar con la comida al Jefe de Unidad, claro él era ese Jefe y
me acusó y allá fui a parar detenido en una pieza de 2 x 2 sin
baño, la comida me la daban por la ventana, después de cuatro
meses, mayo 1955, mi esposa embarazada de los mellizos fue a ver al
Sr. Ministro de Guerra para que me traigan a Buenos Aires, en ese
tiempo en A.A. estaba como comisario a bordo un ex soldado y un
viernes me escapé y fui a verlo al Sr. Ministro de civil y sin
autorización pero conseguí que en el mes de marzo de 1956 me
trasladen a la Escuela Lemos en Campo de Mayo, allí en una Compañía
de A.O.R. pero hasta junio que los mandos militares que había antes
de que cayera el Sr. Gral. D. Juan D. Perón, iniciaron una
pretensión de retomar el mando, pero algunos arrugaron y además los
delataron, así fue que cuando se iniciaba el primer movimiento en al
Escuela de Ingenieros de Campo de Mayo, el R. de Infantería 7 en La
Plata, el 3 de Infantería (solo una parte), el 6 de Infantería en
Mercedes, todos estos y otros en Entre Ríos y uno en Córdoba, los
sofocaron de inmediato, del poder lo habían sacado al Gral. Lonardi,
quedando a cargo de todo el ejército, la aeronáutica y la marina el
Contraalmirante Isaac Rojas, un personaje al que Perón le había
adjudicado 5 autos M. Benz 380, que además había llorado para que
la Sra. Eva Perón lo llevara a un viaje a Europa, a quien le había
dado un cargo importante en la Armada, etc. etc., bueno así
reconoció y ordenó el fusilamiento de todos los involucrados aquel
9 de junio de 1956, yo me desempeñaba siendo Sargento Primero como
encargado del Depósito de la Enfermería y del Depósito de
elementos de gimnasia, ese día estaba de guardia porque no me había
presentado el día 8 a la noche, no me enteré y además estaba de
luto, días antes había fallecido un hermano de mi padre, y antes el
luto era luto en casa, no se escuchaba radio y la T.V. no se prendía
para nada, bueno pero mis antecedentes eran de rebeldía, me
enchufaron de Guardia, a las 21 el Jefe de la Guardia me ordena que
deje la Guardia a cargo del Sargento y me presente de inmediato a la
Compañía, cumplo con lo ordenado y me recibe el Tte. Arenas, un
oficial sin personalidad y con el signo de la obsecuencia a 0,50 cm
de sus ojos pero pegado a su cerebro que hasta hoy no sé cómo llegó
a Sr. Oficial, bueno me ordena elegir a ocho aspirantes armados con
fusil sin cargar y yo con pistola y sable largo, que cuando estuviera
listo me presentara en la Guardia que un vehículo me aguardaba y me
llevaría a un lugar determinado dentro de la guarnición,
sorprendido por la orden pregunto cuál era la misión, ya que yo
estaba de servicio, me responde que cumpla la orden primero, después
que me queje, respondí que quisiera saber quién impartió la orden,
me responde la superioridad, así era el Sr. Tte. 1º Arenas, buena
persona, pero sin personalidad definida, le comento a los aspirantes
si les había ordenado algo o sabían donde ir, uno me dice que le
pregunte al conductor, y este camarada inocente me dice que había
escuchado que iban a fusilar a un Coronel, varios oficiales y hasta
un soldado o dragoneante, allí sin mencionar quién me alertó,
vuelvo al Tte. Arenas a decirle que ya podía salir, pero antes me
debía decir el lugar y la misión a cumplir, sin tener conocimiento
no me movilizaba de la Escuela, que además quería hablar con el
Oficial de Servicio, quien tampoco decía no saber nada, yo dije me
voy con los Aspirantes a la Compañía a esperar la respuesta a mi
solicitud, así se hicieron las 21 ó 22 no recuerdo bien, por ese
momento el Sr. Tte. 1º Arenas me viene a buscar para llevarme ante
el Subdirector de la Escuela a cargo en ese momento, Tte. Coronel
Atilio Subverville, cuando me vio se sorprendió y comentó en voz
alta, no podía ser otro, justo Ud. Claro, había sido con el grado
de Teniente Oficial instructor de la Escuela de Suboficiales Sargento
Cabral, me interroga él porque no quiero salir a cumplir con la
orden, yo contesté, porque no me decían dónde debía ir, y a qué,
y que tenía temor que cuando estuviera fuera de la Escuela me acusen
de fuga con personal armado como rebelde, y esa era la causa de mis
preguntas. El Tte. Coronel me comentó la misión y el lugar, como
encargado de un pelotón de fusilamiento en el terraplén existente
frente al H.M.C. Mayo junto a las vías del ferrocarril Belgrano,
tomado conocimiento, me desarmo y le manifiesto que yo no deseaba ir,
por distintas causas, 1º Porque soy católico y no debo matar, 2º
Quién soy yo para quitar la vida de un semejante porque
supuestamente no piensa igual que yo, 3º No me corresponde por el
grado, soy suboficial Superior y el reglamento que Ud. me enseñó
dice clarito el Sargento más antiguo de la Unidad, y yo no lo era,
me ordenó después de hablar no sé con quién, ni me interesa, que
me haga cargo nuevamente de la Guardia, allí estaban los aspirantes,
les comenté la causa y cinco o seis de ellos dijeron no queremos ir,
los llevaron a ver al Subdirector, y fueron relevados los ocho por
otros tantos soldados clase, y un Sargento de apellido Contreras que
se ofreció para ir voluntario, creí que todo terminaba, qué iluso
e inocente, pero por mi manera de pensar creí que había superiores
por grado por nivel humanitario e intelectual, cuán equivocado
estaba y tan lejos de la triste realidad, termino la guardia a las
0800 del día siguiente, cuando llego a la Compañía el Sgto. Ayte.
Oviedo me comunica que no me puedo retirar en descanso de Guardia
hasta no hablar con el jefe de (…); llegó como a las 10 de una
reunión, me comunica que a partir de ese momento tenía dos (2)
horas para entregar el depósito y el Documento de Identidad, dado
que había sido dado de baja del Ejército, pregunto por qué y con
la responsabilidad acostumbrada la respuesta fue orden de la
superioridad y que no podía asistir a ningún cuartel y estar a
menos de 100 metros, porque iba a ser detenido, tiempo después, (10
días) me dedico a buscar trabajo en el medio civil, imposible había
sido Peronista y suboficial del Ejército, nadie me daba nada, así
me la rebuscaba como podía, salió Elfi a trabajar, en casa éramos
siete personas entre ellos cuatro niños, a nadie le importó nada,
me ayudaban mis padres, mi suegra salió a trabajar y un primo de
Elfi que se había portado muy pero muy bien, así como dos años
hasta que conseguí trabajo por medio de un muchacho que había sido
soldado mío antes.
Hipólito (a) el abuelo Cacho, murió en febrero de 2008. Ni antes, ni después de su muerte recibió el reconocimiento que tanto anhelaba.
Me había confiado esa esperanza, y entregado este testimonio, que comparto hoy, cuando se cumple un nuevo aniversario de esos fusilamientos en los que se negó a participar.
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