jueves, 28 de enero de 2016

ENERO 2016: UN VIAJE

Imaginé un enero demasiado distinto y mejor al que va siendo, jugando día y noche con #Nieto, y comiendo asados y usándole la Pelopincho a Carlitos y Ana. Nada de eso sucedió, así que me decidí a viajar a visitar a una vieja amiga, y pedirle (porque sí, porque me conmueve su historia, porque es irracional y amorosa) que me dé una mano. De paso, podía estar sola y llorar tranquila.

Primer día, primer tramo: Buenos Aires-Villa Mercedes (San Luis), por Acceso Oeste y Ruta 7.

Un alto y tortilla de choclo 



Tormentón en medio de la ruta. Me tranquiliza recordar aquello de la caja de Faraday, pero igual da cierto chucho. 


Voy catando delicias por la Patria. 


Florcitas en una estación

Pared en Villa Mercedes (San Luis)


Una ensalada ligera en Villa Mercedes 


Hotel Colonial en Villa Mercedes, habitación para seis, pero estoy yo solita. 300 pé con desayuno (medialunas deliciosas)

Segundo día, segundo tramo: Villa Mercedes (San Luis)-Vallecito (San Juan) Después de Villa Mercedes, la hoja de ruta indicaba que debía llegar a San Luis capital, y de ahí tomar la ruta 147 en dirección a San Juan. La ruta 147 nunca la encontré, y seguí derecho por la Ruta 7, así que me resigné a ir hasta Mendoza Ciudad, y de ahí seguí para San Juan, no recuerdo por cuál ruta. Entre San Luis, Mendoza y San Juan, me cobraron tres veces un impuesto para revisar mi baúl, verificar que no llevara plantas ni frutas, y rociar el auto con unas gotitas de algo. También, en algún control, la poli me avisó que no llevaba las luces bajas prendidas. Sí que las llevo, le dije. Bueno, entonces se le quemaron los foquitos. Por esta vez, la dejamos pasar, pero ponga las altas. Pero no es que las altas encandilan? Eso si viaja de noche, de día no! Así que de ahí en adelante, siempre con las altas. 

Di mil vueltas, pregunté, seguí cartelitos escritos a mano, me metí por caminos internos, hasta que finalmente llegué, casi al borde de ponerme a llorar y con los Redondos al palo, que es lo que hago cada vez que tengo que darme ánimo, en mi faceta rutera. Eran las 2 o 3 de la tarde, tenía hambre y sed y poco efectivo, tarjeta no corre en Vallecito, así que comí lo más barato: un sánguche y un agua. Mientras comía, pregunté cuál era el mejor camino para comenzar el retorno. Un señor muy simpático me dijo que no me fuera por San Luis, sino por La Rioja, y decidí hacerle caso. Subí a ver a Deolinda, la saludé, pedí y prometí, y vuelta a la ruta. 

Parece que lo que más se pide son autos. 

Bien preciado

Casas también se piden mucho. 


La Difunta Correa


Madre 
Yo

Promesantes

Un ñandú de tronco


Segundo día, tercer tramo: Vallecito (San Juan)-Chepes (La Rioja) Quedamos en que le hice caso al señor del bar, y emprendí camino por la ruta 141, hacia La Rioja. Atravesé un pueblito que se llama Milagro. Pensé en sacar una foto-homenaje a #MilagroSalaPresaPolítica, pero me pasé. Al atardecer llegué a Chepes. Milagrosamente, estaba fresquito, y conseguí nafta, efectivo en un cajero de Banco Nación, y alojamiento en un Motel del ACA (440 pé con desayuno)

Un tramo laaargo en el que tocó ir a 40...

Trenes que ya no hay en Chepes

Aquí fui a buscar alojamiento, pero ni me abrieron

Un árbol con perfume precioso. Gabriela M. dice que son pimientos

Viejas pintadas

Viejas placas

Chepes

Una estación de tren que ya no es

Me enojan mucho las estaciones de tren que dejaron de serlo

Tercer día, cuarto tramo: Chepes (La Rioja)-Córdoba Ciudad: Escuché por la radio que Macri estaría en Córdoba, se me ocurrió llegar para la marcha en contra, que tenía la consigna "Sin derechos, no hay alegría". No llegué, porque hice algunas paradas nostalgiosas antes. 

Para un lado, La Rioja, para el otro, Córdoba

Pueblitos

Soto

Leyendo en el agüita

Un almuerzo transgresor

Amo esos arbolitos, o arbustitos, y me enteré gracias a Fernando K. que se llaman Langeostremia. O crespones, según Renata S. C. Hace 30 años que vengo preguntando el nombre y nunca nadie me lo había sabido decir! En camino me enteré que en Córdoba rige la alcoholemia cero, así que me detuve un rato para que la latita de cerveza con que había almorzado, se evaporara por ahí. Odié a los/as automovilistas que en el camino del Valle de Punilla hasta Córdoba van a los piques en medio de curvas y contracurvas, violando todas las velocidades máximas y pegándoseme a la cola mientras yo voy muy oronda a 60, anque 40 cuando corresponde. 


Valle Hermoso. Allí iba año por medio (los años pares) con mi hijo. A sus 6, sus 8 y sus 10. Allí vive mi hermana Silvia. Para llegar a ese balneario hay que hacer un camino escarpado en bajada, y para salir, hay que hacerlo ¡en subida! Otra vez los Redondos al palo, y pude!!!


Cosquín

Qué lindo los caballitos, iba a decir. Después me di cuenta de que eran de la Montada

Río Cosquín. Un balneario popular. Un 75 % de los/as cordobeses que están ahí votaron a Macri 

Al llegar a Córdoba ciudad comencé a dar vueltas. Estaba cansada y quería recalar en algún lado. Encontré un hostel, menos mal que tenía una habitación privada, con baño compartido, pero durante las horas que estuve no lo compartí con nadie, al menos visible. Por 290 pé, con desayuno, estuvo bien.

Esos criollitos son la muerte

El infelí

Gran verdad

Cuarto día, quinto tramo: Córdoba-Buenos Aires Un temita que confirmé en este viaje es la pésima señalización de rutas y caminos. Me pasó en San Luis, cuando quise tomar para San Juan y seguí para Mendoza: no había un solo cartel. Después, al comentarlo con el amable señor del bar de Vallecito, me dijo que a él le  había pasado muchas veces. Tal vez fue porque quiso hacerme sentir bien, pero parecía sincero. Para salir de Córdoba, un quilombo. Ningún cartel. Decí que yo pregunto sin ningún problema, me hago la simpática, y al final, llego. Y, con la autopista Córdoba-Rosario, cómo va a llamarse igual la autopista que la Ruta Nacional? O sea, yo paro en Villa María, y después, cuando quiero retomar, sigo las indicaciones que dicen Rosario/Buenos Aires, Ruta 9, y termino en la vieja ruta, no en la Autopista. 

Nomenclatura libertadora


Aquí paré para vaciar el mate y me di cuenta de que no tenía yerba, y había estado tomando agua caliente sola. E' vero, eh. Ahí pregunté cómo retomar la autopista, hacia allí fui, y de pronto me encontré en un camino en el que venían camiones gigantes ¡de frente! Uno paró, y me avisó: estás de contramano. Le dije que quería tomar la autopista, me indicó, y así llegué. Había pensado en hacer noche en San Pedro, pero cuando fui a consultar al Howard Jhonson, donde alguna vez estuve parando, y me dijeron que costaba 1500 mangos, decidí sacar una fotito, tomarme un café, y seguir camino. 

Las barrancas de San Pedro. 


Gracias por el aguante, Suzukito.


No hubo un minuto en el que no me sintiera triste, aún los minutos en los que me reí de algo o de mí misma, o en los que leyera, comiera rico, paseara o conversara con mi gente. Manejé escuchando a Silvio, a los Redondos, a Lila Downs, a Nacha (sí, a Nacha, y me la re banco!), a Ismael Serrano, a Liliana Felipe, al Indio. Me pregunté una y otra vez por qué se tuvo que morir Carlitos, me di cuenta que lo que se sufre no es recordar lo que pasó, sino saber que hay cosas que ya no van a suceder. 
 Pero, a pesar de todo, sé que siempre, pero siempre, hay que conservar la sonrisa. 















viernes, 22 de enero de 2016

¿VOS QUÉ SOS DE CARLITOS?

En estos días aciagos, en hospitales y cocherías fúnebres,  en conversaciones con jugadores de fútbol, médicos, amigos/as y familias, flotó la pregunta sobre el tipo de lazo que me une a Carlos Mizzau, también llamado Carli, Charly o Carlitos. El interrogante aumenta porque Ana, su compañera, me presenta en general como "mi cuñada", así que supongo que habrá gente que crea que soy la hermana de Carli (pero no), o la compañera, esposa o novia de un hermano de Ana (pero tampoco).

Así que lo voy a explicar.
Yo tengo un hermano mayor, Pablo. Me lleva seis años.
Mi hermano, hace muchos tiempo,  un siglo atrás, por 1977 más o menos, se apareció en nuestra casa familiar de Bernal Oeste con su novia oficial, Ana María Cárdenas. Yo tenía 14, y la novia de mi hermano -una hermosa morocha hija de paraguayos y de familia comunista, como debe ser- me regaló un anillito. Al poco tiempo, mi hermano se casó con Ana. Se mudaron a Quilmes Oeste, cerca de la Cervecería. El 2 de noviembre de 1981 nació el ser que por primera vez me hizo sentir lo que es el amor incondicional y total, mi sobrina Cecilia. Yo quería estar en el parto, pero me mandaron a comprar pañales, y me lo perdí, así que la primera imagen que tengo es la de Ana, en una silla de ruedas, llevando a Ceci en su regazo (como todos los recuerdos, puede que no haya sido la primera imagen, pero es la que yo tengo)
Pocos años después,  mi hermano y Ana se divorciaron. Cada uno rearmó su vida, y se volvieron a casar. Ana lo hizo con un señor que conoció en su nuevo trabajo, después que la rajaron de Bagley: la Cervecería Quilmes.
El señor se llamaba Carlos Mizzau, y tenía unos años más que ella y también un matrimonio. anterior.  Con él se crió mi sobrina mayor. A su casa -la de Ana, Carli y Ceci- del barrio cervecero, fui con mi hijo bebé. Allí Ernesto corría por el patio, jugaba a la pelota y habrá empezado a entender la maravilla que representa la palabra "asado". En la escuela del barrio Ceci terminó la primaria, y toda la familia fue a acompañarla.
Después, dejaron de trabajar en la Cervecería, y se mudaron a La Florida, a la casa paterna de Ana. Y en ese patio y ese jardín maravillosos, compartimos los mejores chorizos bombón y los más deliciosos pechitos de cerdo.  Mi hermano y su esposa, con su hija menor, mi sobrina pequeña.  (Sí, mi  hermano, el ex marido de Ana, con su esposa Susana, que encima se hizo amiga de Ana!) Cecilia y su hermana Marina. Mi madre, cuando todavía se bancaba subirse a un auto y viajar unos kilómetros. Mi hijo Ernesto y yo. El hermano de Ana, Fernando, que vive en la casa de al lado, su compañera Elena y su hija Cynthia, y su ahijado Ema. Primas y tíos y tías. Amigos y amigas. Días de la madre, del padre, navidades y fines de año. Incluso, un cumpleaños de mi hijo, metidos en la pelopincho en una noche hermosa, con tres de sus amigos y el regalo de otro asado hecho por Carli.

Entonces, Carli es el marido de Ana, la ex mujer de mi hermano Pablo, la mamá de mi sobrina Ceci. Esa sería la explicación racional, genealógica, para quienes ven la vida en cuadrículas. No es mi familia de sangre, ni siquiera mi familia política.

Pero Carli es mucho más, además de ser "el marido de...",  Carlitos es el tipo que amó a mi sobrina entrañablemente, y compartió su día a día adolescente; el que abrió su casa para que entremos todos y todas, con amor y mimos; el que me llamaba día por medio por teléfono, para reírse con algo que había leído en mi facebook (él no tenía, pero abría el de Ana y le contaba lo que leía y la mantenía informada); el que también llamaba a mi vieja, y de daba ánimos; el que, la última vez que nos vimos, en el cumpleaños de mi hijo, el 6 de enero, jodía con que habíamos comprado poca picada, porque lo que no podía faltar en sus mesas, era mucho y buen morfi; el que se puso triste y furioso cuando perdimos las elecciones, porque era un peronista de verdad y de siempre; el que amaba a su Club Quilmes, donde era uno de los utileros, y se volvía loco con el riesgo de descenso, y el que dijo, esa tarde gloriosa en que volvimos a primera juntos, yo con River, él con Quilmes "la vuelta la damos en Madryn, eh", y me llamó por teléfono, y dimos juntos gritos de alegría; el que festejó sus 70 en los quinchos del Club; haciéndonos un asado a sus invitados; el que hizo otro asado para despedirnos cuando me fui a trabajar a Panamá; el que, cada vez que nos juntábamos, hacía ronda de conversaciones futboleras con mi hermano y mi hijo, comentando desde lo importante hasta la pavada más notoria, todo con la misma pasión; el que me contaba chismes de mi amado Pelado Almeyda; el que nos hacía reír cuando nos contaba sus tribulaciones de acompañante de Ana y Ceci en sus vacaciones, cuando lo mandaban a plantar sombrilla a las 7 de la mañana en la playa para cuando las señoras decidieran llegar; el que el 31 de diciembre, medios copeteados, me preguntaba sobre mis novios lejanos y recientes y nos reíamos a carcajadas.

Carlos Mizzau, Carlitos, Carli para mí, se murió el 20 de enero en Mar del Plata, una ciudad que amaba tanto como Ana. Estuve allí con ella y fue uno de los momentos más tristes de mi vida, en este enero que es tan triste por tantos motivos que se resumen en uno: un perverso hijo de puta es el presidente de la Argentina

Así que, eso soy yo de Carlitos, de mi querido Carli: una deudora. Alguien que lo disfrutó, que le agradece su generosidad, ternura y amor; y también su cabezadurismo y enojos, porque todo eso hace el total de una persona maravillosa que todos/as nosotros/as tuvimos la alegría y el honor de conocer. Y sé que él también disfrutó la partecita que me toca de haberle dado risas y alegrías (y pizzas caseras, casi casi tan ricas como las de Ana!)

Lo recordaremos así, feliz, cuando pare este llanto.


Sus 70 (noviembre 2008)

Somos familia (noviembre 2008)

En casa, despidiéndonos (marzo 2010) 



En su casa, asado de despedida (marzo 2010)


Día de la Madre 2013, haciendo los promedios del descenso con mi vieja

Sus 75 (noviembre 2013)

El primer asado argentino de Mauricio y el cumple de Ceci (2/11/14)

Festejando el cumple de Ceci (noviembre 2015)
Los fui a visitar, un día cualquiera (diciembre 2015)

Su saludito de Nochebuena por wasap

Pasamos juntos el 31 de diciembre 




Y el 1 de enero también!

Cumple de Ernesto, 6/1/16





Chau, hermoso!