lunes, 10 de noviembre de 2014

HACEME LA CARIDÁ, ALFREDO!



Enero a marzo de 1985, partimos desde Buenos Aires a Nicaragua. 




https://www.youtube.com/watch?v=i0x2XdmT0Y0

Éramos 120 brigadistas de la Fede. 100 varones, 20 mujeres. Nos dividimos en 4 pelotones, cada uno con 3 escuadras. Mi pelotón se llamaba Cordobazo, y mi escuadra, 2 de mayo, fecha del hundimiento del Crucero General Belgrano, porque uno de los integrantes era un sobreviviente del ataque inglés. 

Las vinculaciones entre los 120 eran variadas: cada uno/a venía desde una provincia, o desde un Regional. Yo era de Quilmes (Regional Sur), otros/as llegaban desde Córdoba, Mendoza, Entre Ríos, o Santa Fe. Un grupo numeroso era de la Capital Federal. 






Los/as del Regional Sur

Esa ya era una marca, pero a poco de llegar a Managua, y de treparnos a unos camiones desvencijados para viajar hasta la hacienda La Cumplida, nuestro primer destino en Matagalpa, surgió otra relación/diferencia: chaucheros y limoneros. Los primeros éramos los más divertidos, jodones, etc., haciendo sonar nuestras chauchas recogidas del piso. Los limoneros eran amargos, aburridos, etc. Y así viajamos durante horas, al borde de precipicios, apretados y corriendo riesgo de volar por el aire: inventando consignas un grupo contra otro. 




La chaucha marcó diferencias


Después de organizarnos, las diferencias y la competencia era entre pelotones. Nosotros, los del Cordobazo, éramos particularmente jodones y teníamos integrantes con mucha inventiva, como para armar cantitos y consignas todo el tiempo.



El Cordobazo

Dentro de mi pelotón, yo rápidamente me junté con Leo y con Alfredo. Uno rosarino, reo por demás (Leo) Otro, santafecino, estudiante de ingeniería (Alfredo) Me recuerdo todo el tiempo con ellos. Releo mis diarios de época: "Fuimos durante bastante tiempo 'el trío'. Ni nosotros, ni mucho menos los que nos rodeaban  entendían mucho qué éramos y nos divertía desconcertar y desconcertarnos. (...) Uno lavaba a la mañana (Leo), otro al mediodía (Alfredo), yo a la noche. Con Leo comíamos del mismo plato para no ensuciar al cohete. Usábamos los tres mi dentífrico. Nos mimábamos y agredíamos alternativamente. Cuando vamos a comer, siempre juntos los tres, repartiendo lo que haya: un pedazo de pan, tortilla con azúcar, el chile. Llamándonos a los gritos, buscándonos..."







Juntos enfrentamos los peligros. Una víbora, o culebra, que se me acerca en el cafetal, y el aviso de Leo para que no me ataque, cuidándome. Y la parsimonia de Alfredo, aún en medio de los tiros: "Después del fogón, estamos en la puerta de la covacha. Yo jodo con que nunca puedo escuchar los disparos que suenan a lo lejos y que todo el mundo oye con precisión. De pronto suenan cerca varios disparos. Alfredo: -Ves, Claudia...? Yo- Sí, ya sé, esos son disparos... Y seguimos charlando muy panchos, hasta que vemos gente corriendo, oímos gritos y nos tiramos detrás de la pared más cercana. Correr al refugio, bancarse el cagazo, la incertidumbre, hasta que nos ordenan salir y seguir durmiendo. 
'Pero al primer disparo, todos cuerpo a tierra'" (Jinotega, 5/2/85)

Vivir en medio del peligro, en pleno ataque contra, provocaba sentimientos intensos, todo el tiempo, al menos a mí. El hambre, el sueño, el cansancio, los riesgos hacen que las relaciones se profundicen. El disfrute y el llanto, ahí pegaditos:   "Una comida especial -guiso de chancho el domingo, papas fritas y chicharrón y pan y banana de postre hoy- son una fiesta, toda una ceremonia. Una buena actitud, solidaria, de algún compañero, un gesto dulce, esperado, de Alfredo, y entonces las ganas de llorar, de decirles cómo los quiero, qué difícil va a ser vivir sin ellos después del 1 de marzo, vuelta a la rutina" (Matagalpa, 29/1/85)



La cercanía de la vuelta a la Argentina supone la alegría de ver a los/as amores lejanos -empezando por la Chichi, mi sobrina de entonces 3 años, y siguiendo por el resto de la familia y amigos/as- y la certeza del final de esas relaciones de amor y pegote: "Faltan 10 días de cosecha (hay que meterle pata, es la recta final, el último esfuerzo, y llegué a ¡4 latas!, hay que garantizar la meta y si es posible, el sobrecumplimiento), 10 días para llegar a Managua, y poco para volver, 18 días, poco. Ganas y no, expectativas por lo que falta, por lo que vendrá allá, a la vuelta. Tristeza por la gente que voy a perder, a dejar de ver. Por los 2 entrañables con los que como, duermo, corto café, peleo, franeleo y quiero todos los días" (Jinotega, 9/2/85)
                                                                                            
Cada uno tenía frases célebres. Leo decía "Qué bien te queda eso, eh... Por demás de lindo te queda...", riéndose como casi siempre, a carcajadas. Alfredo, cuando se enojaba o se ponía ácido con alguien, lo definía como un "terraplén de bosta", y avisaba que "Lo tengo montado en un huevo". Cuando pedía algo, entre nos, decía "haceme la caridad". 

Alfredo tenía 23. Leo, más o menos. Yo, 22. Al llegar a Buenos Aires, la primera noche, después de comer una pizza con Leo en Las Cuartetas, y de separarnos desgarrándonos, me llamó por teléfono. Y ya después, no supe de él. Con Alfredo nos escribimos algunas cartas. Se ve que pocas, porque tengo anotado, en mi diario post Nicaragua, el 17 de julio de 1985: "Alfredo Jack: ¿por qué diablos no me escribiste más? Qué se hizo de esa 'necesidad' de cartearte conmigo? Donde estés, escuchame: ¡quiero recibir carta tuya!"

Ahora, tengo delante de mí 5 cartas de Alfredo, de fecha 28 de abril, 15 de mayo y 11 de setiembre de 1985; y de 31 de marzo y 8 de mayo de 1986. Después, no más. Pasaron casi 30 años desde la Brigada. Nunca más vi a Leo ni a Alfredo, mis entrañables. 

En 2009, Pitu armó una página en facebook, y nos planteamos varias veces que habría que hacer un libro escrito por nosotros y nosotras: https://www.facebook.com/pages/Brigada-Libertador-General-San-Mart%C3%ADn/118953001669?sk=info

En 2010 organizamos una reunión de brigadistas, a la que fuimos unos 15. Cantamos y recordamos aquellos años felices






De Leo y Alfredo, ni noticias. Cada tanto, los buscaba en internet, pero nada. 

Hace unos meses, Chicho me convocó a participar en una película, junto con Marta y el Pitu, que hablara de la Brigada a través de nuestros recuerdos. Parecía un sueño, pero se fue concretando: un primer asado en lo del Pitu, sirvió para conocer a María Laura Vásquez, que dirigiría la película, a productores y colaboradores. Un día, vino a mi casa, y le conté de mis diarios, y me pidió fotocopiarlos. 


Mis cuentos siempre empiezan igual: "andaba todo el tiempo con Leo y Alfredo". Entonces, ayer, a la vuelta de otro asado en lo de Pitu, donde avanzamos en filmar varias escenas, subo una foto, la del pelotón. Y una persona, una "amiga de facebook" me pregunta si es Nicaragua, y digo que sí, y me dice que en esa brigada participó una persona muy querida, "que ya no está", Alfredo Jack. Y entonces, por privado, le pregunto, y me cuenta que en el 90 o 91, que fue una tragedia, que lo mató su novia, y que después se suicidó. No sé qué decir, no puedo decir nada más que llorar. Busco la foto en la que estamos los tres, la subo, intento un recuerdo. Busco las cartas, largas, escritas con lápiz, letra clara. 

La primera, del 28 de abril de 1985: "Negrita: Domingo, 19 hs. Tarde lluviosa y gris. Viento y frío. Escuchando a Paco de Lucía, John McLauglin y Al Di Meola, con Mambrú (mi gato) como única compañía, releyendo tu carta, sonriendo internamente ante tus respuestas de antemano a mis plausibles preguntas. Agradablemente sorprendido por tu inesperada carta, trato de hilvanar una respuesta, que no creo tenga la coherencia que debería. Volviendo a leer este párrafo con que inicié esta carta, ya me dan ganas de romperla y empezar otra. Pero mi yo me dice que trate de expresar mi estado actual (de ánimo, se entiende) y no escriba una carta formal, con una respuesta de compromiso (me va bien, estudiando, militando, buscando laburo, ... la realidad que me 'cachimbea' día tras día, etc)"

Después me contaba que estaba confundido, que tenía ganas de irse a vivir solo, pero hasta que no encontrara trabajo era muy difícil. Luego hace alusión a nuestros estados de ánimo complementarios: "Reafirmando tu optimismo a ultranza (eso de la botella medio llena) te comentaré algo de mí a vos (A que no te lo esperabas, negra!" "No me gustaría que esta incipiente relación epistolar se base solo en el reflejo de mis asuntos, sino que fuera parejo. Incluso pienso que se podría complementar mi pesimismo fatídico con tu optimismo consecuente". Y se despide: "Un beso grandote de quien te quiere más de lo que su solemnidad deja expresar. Alfredo".

La segunda carta es del 15 de mayo de 1985. Comienza con un queridísima Claudia, y escuchando a Joan Baez, y al final,  "con el trasfondo de S. Rodríguez (cambié el disco), termino, esperando que se vea satisfecha tu ansiedad por mi 2da carta, retribuyendo en la misma medida, tu cariño: LA QUIERO MUCHO!!! BESOS, ALFREDO"

La tercera carta esd el 11 de setiembre de 1985. Comienza: "Dulcinea: Ante todo, efusivos abrazos y besos del abajo firmante". Luego, disculpas por los atrasos en las respuestas, relatos de las materias rendidas, de su situación afectiva, de sus dudas, de la pena de haberse enterado de que Leo no andaba bien, y promesas de futuros encuentros: "Negrita, una de estas noches te llamo por T.E., te quiero escuchar un poco (...)" Y un reclamo: "Contestame con cartas un poco más largas y menos rezongonas y manteneme tibias las milanesas que no me las voy a perder por nada del mundo. Te quiere mucho. Alfredo."

En la cuarta carta, del 31 de marzo de 1986, comienza con un "Estimada doncella: después de larga ausencia, heme aquí, dispuesto a reanudar, si a tiempo estoy aún, nuestra malograda relación epistolar". Me cuenta de un largo viaje con otro compañero: Chile, Bolivia, Perú, Brasil y la Argentina: el Camino del Inca, el Amazonas, la fascinación con lo visto y las pocas ganas de volver "a la dura realidad, a la Facultad, al Plan Austral, a la 'autocrítica'"... Y termina: "Bueno, Negrita, espero que no sea tarde y contestes estas líneas. Un besote enorme, un estrecho abrazo y cariños a carradas de Alfredo". 

El sobre de la última carta, del 8 de mayo de 1986, está dirigido a "Miss Claudia Cesaroni". La carta, siempre escrita en lápiz, empieza "Dulce Niña: Tu carta llegó muy a tiempo, ya que estaba comenzando a dudar seriamente en volver a escribirle a alguien. A comienzos de abril envié como 8 o 10 cartas y la única respuesta que obtuve fue la tuya esta precisa mañana. Tal es la emoción que contrariando frontalmente mi rutina, la contesto inmediatamente, sin dejar pasar los quince días que me impongo obligatoriamente". Después me cuenta de sus problemas para aprobar una materia, después de votar en contra de que el titular de la materia fuera elegido decano, elección que había perdido por un voto. Hace un comentario típico de él, sobre mi carrera universitaria: "Coincido con vos en calificarla (a tu carrera) bastante ploma. Es más, yo opino que es francamente deleznable y no me imagino como a ser humano alguno le puede interesar. Pero, cada cual con su cada uno". El tono de toda la carta, la última carta que tengo de Alfredo, es alegre y burlón. Habla de ganas de viajar, de ir a vivir a Brasil, de yirar. Promete un viaje a Buenos Aires, en su carácter de consejero en la Facultad: "Cuando ocurra, te aviso (tenés el mismo t.e., no tenés más, te lo cambiaron, tenés tono?) porque me gustaría matizar este intercambio epistolar con alguna ojeada en persona. No halla?" Luego manda besos y cariños a la potencia:  "(Besos y cariños)2 de un servidor. ALFREDO" Y por último, una posdata: NI VIEDMA NI MARPLA SARTA FEE!!!

Ayer, 9 de noviembre, me enteré de que Alfredo está muerto hace más de 20 años.  Lloré, puteé, busqué sus cartas, lo recordé. Querría reclamarle, como le reclamaba sus cartas, que me haga la caridad de hacerme saber que esa noticia horrible es falsa, un error, una coincidencia absurda. 

Ya se que no, querido. Así que yo te voy a recordar siempre pero siempre compartiendo comidas, charlas, dentífrico y cigarrillos. Escuchando tiros cercanos y corriendo a la par a un refugio. Riéndote burlón de mi optimismo irredento, que oponías a tu escepticismo feroz, dulcísimo detrás de cierta dureza, llamándome/llamándote/llamándonos a los gritos en medio de los cafetales. 

Así, riéndome yo, preguntándome vos de qué te reís: 





Así, mi mano en tu hombro, para siempre.