domingo, 13 de julio de 2014

MIS MUNDIALES

Nací en 1962, año de un Mundial que no recuerdo. Tampoco el del '66.  
Del primer Mundial que tengo lejana memoria es del del 70. Una goleada, imágenes en el televisor Motorola de mi casa de la calle Dean Funes 114 de Bernal, no más. 

En el Mundial del 74 ya vivíamos en una casa, también en Bernal pero del otro lado de las vías, en la que salía agua de las canillas, y no de los techos cuando llovía. Tampoco había ratas. La tele seguía siendo la misma, y la veíamos en un pequeño comedor diario. No tengo muchos recuerdos: unos pelos largos, también el blanco y negro borroso. Una derrota, creo, con Alemania. 

El Mundial del 78 lo recuerdo bien, sobre todo el último partido. Estábamos en el comedorcito mi papá, mi mamá y mi hermano. Yo tenía 15, mi hermano 21. Saltamos y gritamos, y le rogué que me llevara a los festejos en el Obelisco. Casi muero: en el tren, apretada y colgando, aplastada por la gente contra una entrada de subte, y de terror porque en algún momento me perdí de mi hermano. Era dictadura, claro, y en febrero de ese mismo año me había afiliado a la Fede, igual que mi hermano. Pero esa noche no importaba más que saltar y cantar, y creo recordar que muchos lo sentíamos como una módica forma de ser felices en medio de la parte de horror que entonces conocíamos. Al día siguiente, o al otro -no recuerdo si hubo asueto-, intenté junto a mis compañeros y compañeras de 4ro. 5ta. del Normal de Quilmes un tímido festejo: unos gritos, saltos y revoleo, que fueron severamente reprendidos con amonestaciones o amenazas de imponerlas. 

El del 82 fue Malvinas, y mi ingreso a Derecho. Vivía con mi madre frente a la estación de Quilmes. Mi hermano estaba casado y poco antes había nacido mi sobrina Cecilia. No recuerdo nada de aquel Mundial, más que una vuelta más o menos rápida, y la discusión sobre si se debía haber asistido en medio de una guerrra...

En el 86 militaba en la Liga, vi uno de los partidos en Rosario, creo que el de Bélgica, con compañeros y compañeras; y el gol de Diego, el más maravilloso de todos, me parece que lo vi sola, en mi casa de Quilmes, la de la calle Garibaldi. Fui a Plaza de Mayo, sola o en grupo, festejé y lloré. 

Los partidos del 90 los vi lejos y repartidos. El que perdimos con Camerún y el que le ganamos a Italia, en Barcelona,  en casa de una amiga.  Cuando le ganamos a Italia me fui a Las Ramblas a comprar un helado a una heladería de italianos con alegría desafiante. El que le ganamos por penales a Yugoslavia lo vi sola, en un bar de Niza. Todos los que  estaban ahí hacían fuerza para Yugoslavia, y gritaron felices cuando Diego erró su penal. Yo terminé feliz, sonriente, orgullosa, gracias a Goyco. 
La final la vi en Barcelona de vuelta. Mi amiga leía -literalmente- a Borges encerrada en su cuarto. Debo de haber llorado junto con Diego y el resto. 

Mi hijo nació en el 92. El del 94 lo vi con él bebé. Recuerdo el dolor del 5 a 0 en las eliminatorias, y la sensación de aplastamiento que supuso la salida de Diego del Mundial. Estaba trabajando en La Plata, en la Convención Constituyente, tengo la escena de la vuelta en auto con alguno de los compañeros, y el silencio que nos abrumaba a todos. 

Juntamos todas las figuritas del Mundial del 98 con mi hijo. Le divertía que yo le mostrara cuáles eran los jugadores más lindos. Recuerdo uno de Austria, mi preferido. Él jugaba en una canchita, vimos el partido contra Holanda allí, otra decepción. Antes, habíamos pasado a riesgo de infarto los penales contra Inglaterra, en casa. 

En el 2002 hubo que hacer acuerdos madre-hijo: solo nos levantaríamos a horas absurdas para ver a la Argentina. Recuerdo su llanto sentado en el sillón, cuando nos quedamos afuera con Suecia. Yo le decía, ya está, hijo, ya está, pero él quería esperar el milagro y se enojaba con mi certeza de que no, no sucedería. 

El del 2006 extrañamente lo tengo borroso, recuerdo poco. El rostro enojado de Messi, su bronca por no entrar. 

En 2010 estaba trabajando en Panamá. El primero lo vi con mi hijo, luego él se volvió a Buenos Aires. El pase con México lo vi en Montevideo, con una colega francesa que observaba extrañada y divertida mis reacciones un poco dementes pero controladas. 
Cuando llegué a Buenos Aires, quedamos afuera. 

En este Mundial, además de sobrinas e hijo, tengo un nieto que vive en Cuba. He visto el partido de varias maneras, sola o en compañía. Siempre, con una emoción que no recuerdo en los otros mundiales. Quizá tenga que ver con el efecto redes: andamos unos cuantos y cuantas contándonos cábalas, viendo una y otra vez los videos, llorando y haciendo promesas e implorando que esta vez sí, sea posible volver a gritar Argentina Campeón. 

Yo creo que también tiene que ver con otras cuestiones, al menos para mí. Que el Mundial lo transmita la TV pública, que en medio de los partidos veamos las imágenes de cancilleres de todos los países de América Latina que nos apoyan en nuestra pelea con los fondos buitres; que YPF y Aerolíneas sean nuestras, y banquen a la Selección; que Sabella sea como es; que los pibes de la Selección puedan ser mirados como tipos que aman lo que hacen, y lo hacen del mejor modo posible, al margen de que ganen fortunas con eso. 

En este Mundial hablamos de mano dura (la sanción a Suárez), de políticas migratorias (los negros y árabes que salvan a los equipos europeos), de la rivalidad y sus límites (el gaste y el bardeo a los brasileños), del rol del individuo y del equipo (Messi, perdida su majestuosidad en favor del equipo), del derecho o no a cosificar a un jugador (el Pocho Lavezzi), de la construcción de mitos (Masche y los "hechos de Mascherano"), del azar y la gloria (el pase a la final gracias a los penales atajados por Chiquito Romero). Y también, en medio de los festejos, hablamos de genocidio (el que ejecuta Israel sobre el pueblo palestino en Gaza) y de los riesgos que se ciernen sobre nuestro país (si los buitres ganan). 

Alemania le hizo 7 a Brasil. 
Da miedo, sí. 
Yo, a menos de tres horas de la final, siento un poco de miedo, muchos nervios,  y suene como suene, alegría y orgullo de vivir en este país, y de sufrir y amar con pasión. 
Y un enorme, supremo, gigante deseo de que sí,  de que este partido se gane.


https://www.youtube.com/watch?v=qeCy4fBifiE&feature=kp
 https://www.youtube.com/watch?v=SgqhFiRXxRo
https://www.youtube.com/watch?v=14o_5TwN_sk
https://www.youtube.com/watch?v=7BhMccRz7Ck
https://vine.co/v/MPUE2zvA7gw
http://ilcorvino.blogspot.com.ar/2014/07/el-futbol-es-una-excusa-para-amar.html
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