martes, 24 de septiembre de 2013

VUELVO SIEMPRE AL SUR

Hoy anduve visitando mi tierra quilmeña, cargada de libros que dejé en cuatro librerías. Soy muy fácil para el embrujo quilmeño: primero me encanto con las pinturas de Severi, sobre las paredes de la Catedral:




Después, me voy a la Pizzería Los Maestros, y me como dos porciones de muzza, una Quilmes, y una sfogliatella:






Y paso por mi querida escuela Nº 47, Cnel. Pedro Zanni, en Bernal:


... el mercadito de enfrente:



Y mi jardín de infantes, que tiene el mismo cartel (el de la izquierda, abajo), que tenía cuando yo iba ahí, hasta los 5 años (no sé si alguna vez les conté que mi señora madre me retiró antes de tiempo, para que empezara a esa edad la escuela primaria, porque ya sabía leer y escribir y para "no perder un año", etcetcetc, y ME SEPARÓ DE TODOS/AS MIS AMIGOS/AS, maldad materna que solo el transcurso del tiempo hizo prescribir)

Y listo, con todo eso, ya me puse feliz. 

lunes, 16 de septiembre de 2013

MENDOZA, SETIEMBRE DE 2013

Tengo muchas Mendozas en el corazón. Pasé por allí en marzo de 1986, en tránsito hacia Chile, para ir con mi entonces entrañable amiga Anabel a pelear contra (más bien correr bajo los gases de) los pacos, en una marcha de mujeres en plena dictadura pinochetista. Fui en 1996 con mi hijo, unas vacaciones de julio en las que nos caminamos toda la ciudad, hicimos dibujos alusivos, y nos fuimos a la montaña a jugar con aguanieve mugrosa, porque la nieve posta se nos negó. Recuerdo esos dibujos, el zoológico en el que un puma o tigre casi le muerde una oreja a Ernesto y un guanaco lo escupió, el sol maravilloso de las tardes mendocinas, y también una lluvia que nos incordió la visita al área fundacional. Acuario, museos, bandera del cruce de Los Andes, subida al Cerro de la Gloria a pie: recorrimos y visitamos todo lo que pudimos en una semana que me recuerdan fotos felices, en las que tengo rulos y mi hijito me ama sin fisuras (pero se queja porque lo hago caminar mucho...)


En 2004 comenzó una seguidilla de viajes con otro tono. Trabajaba en la Secretaría de Derechos Humanos desde hacía un mes escaso, y los primeros días de setiembre me mandaron junto con otro abogado, por las denuncias que pululaban sobre las condiciones de detención en la Penitenciaría de Mendoza, las muertes de presos, y la falta de interés del gobierno de Cobos en resolver el problema. Mi vida cambió en muchos planos en ese setiembre. Conocí gente que se transformó en muy importante. Algunos/as están, otros ya no. Entre los que no, porque se murió, Alfredo Guevara, el gordo entrañable que se reía de mí y conmigo, que me enseñó a tomar buen vino (me presentó al señor Goyenechea, a quien le soy lo más fiel que puedo), y me hizo el honor de compartir charlas y almuerzos en los que yo miraba embelesada como su mujer, la bella Angélica Escayola, lo miraba con esa ternura y ese amor que solo disfrutan algunos/as elegidos/as.

Los viajes se repitieron: íbamos con Alfredo, Pablo y Diego a la cárcel, a verificar siempre lo mismo: el asco y el horror, la desidia y el abandono. Con Fernando, visitábamos a Ricardo David Videla Fernández, uno de los pibes condenados a perpetua, y la última vez que lo vimos, nos dijo que no quería que lo llamaran Perro, y nosotros nos juramos no hacerlo jamás. Esa promesa fue lo primero que se me ocurrió uno de los días más horribles de mi vida, asociados a Mendoza: el 21 de junio de 2005, cuando me llamó Jorge, un funcionario de la Cancillería que también participaba en los viajes y en las decenas de reuniones sobre la cárcel, y me dijo que Ricardo había aparecido colgado en una celda de castigo. Lo habíamos visto con Fernando ocho días antes, en medio de reclamos por las condiciones inhumanas que él y sus compañeros sufrían allí, en el marco de esos programas siniestros para "presos de alta seguridad" que suelen inventar los asesinos de escritorio.

Conocí al padre Jorge Contreras, otro que ya no está, y al Padre Roberto Juárez, que por suerte sí, y me regala bendiciones, porque en el fondo no cree que yo no crea.

En esos años, Cobos era un aliado, y se incomodó por nuestros informes. Uno de mis orgullos en la vida es que ese tipo -o algún amanuense- le haya escrito una carta al ex presidente Néstor Kirchner, pidiéndole que nos echara por haber hecho un informe que ofendió su mediocre tranquilidad provinciana. No nos echaron, pero después hice otros informes que siguieron molestándole a él y a sus funcionarios progresistas de la boca para afuera. Así que, un día, me enteré que tenía vedado el ingreso a Mendoza, o al menos, el envío en carácter de funcionaria de la Secretaría de Derechos Humanos. Antes de eso, me había encargado de tomar declaración a cuatro testigos del descuartizamiento de un preso, por ejemplo, pocos días después del suceso. O de ingresar una y otra vez a celdas de castigo, en las que cinco hombres dormían durante días enteros, sin poder salir al baño, así que ahí estaban las bolsas de mierda y las botellas con pis. O de visitar un polvorín, con un ex pasante hoy funcionario que no atiende los teléfonos, para verificar si servía como cárcel federal.  Una de las veces que estábamos de visita en un sector de la penitenciaría, empezaron los tiros, ante un supuesto intento de "motín". Nunca supimos si había sido una amenaza contra nosotros. Pero, bueno, quedamos en que no fui más, porque no me dejaron ni me querían recibir.

Volví por mi cuenta en 2009, mientras escribía "La vida como castigo" para hacer algunos reportajes sobre la vida y la muerte de Ricardo David Videla Fernández. Me reuní con Evelia, catequista en la cárcel, que me habló de su sonrisa, y con Stella Maris, su mamá, que me contó amorosamente cómo era su David, uno de sus tres hijos muertos, tres sobre seis, un triángulo en el cementerio.

Después, Mendoza se me ensanchó, y se agregó San Rafael. Allí presenté el libro, y conocí otro caso de perpetuas a niños. Los lazos y los afectos también se ensancharon, y se agregaron la Gaby y la Turca, sus bellos hijos, otros compañeros y compañeras.

Y, cuando nos enteramos que el Indio Solari tocaría en Mendoza, nació el sueño de viajar, presentar el libro, y ir al recital.

Y así se hizo. No puedo en mí de la emoción. Este viaje fue increíble, y estas solo son pocas pinceladas que intento para guardar el recuerdo. Algunas fotos, algunas sensaciones. Todo lo que falta acá, está en las publicaciones, posteos y tuits que andan por ahí.

Día 1: Lunes 9 de setiembre,  Buenos Aires-Realicó

Me prometí salir a las 5 de la mañana, pero a las 7.15 estaba hablando con alguna radio. El tema de la "baja de edad de imputabilidad" empezaba a estallar, y me acompañaría durante todo el primer tramo del viaje, hablando con alguna radio en cada parada-. Pasado el mediodía, llegué a General Villegas, hablé un rato con Ingrid Beck sobre por qué estamos en contra de la baja,  y después  comí en una parrillita recomendada. Paradoja pura, una simple ensaladita:


A eso de las 7 llegué a Realicó, encontré un hotel sobre la ruta, y me quedé. Sin la obligación de manejar me di el lujo de la carne y el vino:




Día 2: Martes 10,   Realicó-San Rafael: A la mañana, vuelta a la ruta. La 188 es solitaria, no se escucha la radio, así que mi compañía fueron Silvio, Liliana Felipe, Serrat y Sabina y la Negra.



Al salir de San Luis me hicieron una multa por no tener la última constancia del pago del seguro...
Y al ingresar a Mendoza me miraron el baúl, para ver si llevaba fruta. Pero vieron esto, y seguí camino:



Las 12 del mediodía.  Faltaba poquito. Última escala para nafta, pis y internet, antes de San Rafael


En San Rafael hicimos la primera presentación de "Masacre...", en el marco del Ateneo de Formación Docente:


A la noche, cena liviana con las chicas, y a la camita.

Día 3: Miércoles 11,  San Rafael:

Conversa, reuniones, prensa, descanso al sol en la hamaca:


A la noche, nueva cena con amigos/as, más conversa, comida rica y buen vino. Y a dormir, que a la mañana temprano había que partir hacia Mendoza. Nos prometemos vernos en el recital, cargo el auto con cositas ricas, y con el regalo del Oli, una de sus preciosas miniaturas de plastilina.

Día 4: Jueves 12, San Rafael-Mendoza-Godoy Cruz

Tempranito, tranqui, mirando un poco el paisaje. Al salir hacia Mendoza, unos paradores que dicen "San Rafael te protege", onda el santito, tan presente el imaginario católico en la ciudad y alrededores. 

Es la primera vez que llego a Mendoza en auto. Después de juntarme con Hugo y Claudia, y de ver a Fernando y Diego, decido aceptar el ofrecimiento de Mariana, y allá voy, a su casa en Godoy Cruz, a cenar con sus también bellos hijo e hija, y a dormir en la cama del Joaco.

Día 5: Viernes 13,  Mendoza-Godoy Cruz

A la noche era la presentación del libro en Radio Nacional. Pasé parte de la tarde paseando con Hugo y Claudia, volví a lugares que había recorrido con mi hijo 17 años atrás. 

Nervios: ¿Cómo saldría todo? A las 20.30 estábamos en el auditorio, con los libros y las remeras: 


Y todo salió maravilloso, por muchos motivos, pero en lo más personal, porque allí en la mesa estaban para arroparme gente con la que me quiero con cariño, admiración y respeto: Fernando Peñaloza y Roberto Juárez.



Conmigo, un nadie, en nombre de todas las víctimas del Pabellón Séptimo.

Y en la primera fila, amorosas, Angelina González y Angélica Escayola. Y por ahí, Mariana, Dante, Fernando, Gretel, Ani, gente que milita y labura cada día por las buenas causas.

Todo terminó bien: vendimos libros, nos felicitaron y acompañaron, y de ahí nos fuimos volando a la Rock & Pop Mendoza, donde nos hicieron un reportaje en la previa ricotera.


Vuelta a Godoy Cruz, una llave que no andaba, esperar un rato, y a la camita! El día siguiente era especial: tocaba el Indio, y por primera vez en mi vida asistiría a la misa...

Día 6: Godoy Cruz-San Martín

A la mañana desayunamos con Dolo y su niño, otro bello y otra madre amorosa (son muy amorosas estas madres, no sé si por eso son amigas, o es pura casualidad, pero por los motivos que sean, es así nomás)
Al mediodía llegó la delegación sanrafaelina. A media tarde partimos para San Martín. En las mochilas de Gaby, la Turca y Mariana había cuatro termos con agua caliente, sopas instantáneas, cucharas, vasos, criollitos cordobeses, chocolate, caramelos, café y yerba. 

Y llegamos a la misa, con otros/as miles y miles y miles: 





Al llegar, comenzó el sufrimiento. El frío se volvió insoportable. Dijimos cosas como "jamás en la vida pasé un frío así", nos reímos prometiendo "dos temitas y nos vamos!" Yo me había puesto medias largas, medias térmicas, pantalón de gabardina, remera de mangas largas térmica, buzo térmico, pullover, cuellito de lana, y campera híper abrigada, y se ve que lo térmico no funcionaba, porque estaba cagada de frío. 



Un mate (solo uno, porque sino me agarran ganas de pishar, y no puedo en los baños químicos, el chorro se corta). Chocolate. Una sopa con fideítos, que  no terminan de ablandarse porque el agua se enfría al toque. Un criollito. Caramelos. Nada saca el frío. Así, cinco horas, hablando y riendo pa' no salir corriendo al auto calentito. 

Mariana, la Turca y Gaby. Atrás, un ricotero cosecha '60 (ma' o meno)

21.48 comienza el recital, que vemos pegadas a una pantalla. 

Hasta que pasó esto:

"Para quienes tienen el hábito de la lectura, ha sacado un libro una escritora que se llama Claudia Cesaroni, estaría bueno leer sobre la masacre del año 78 en el pabellón séptimo de Devoto. Aquellos que tengan el hábito de leer, comprenlo, leanlo, y se enterarán de las verdades razones de la masacre que hubo ahí", dijo el Indio antes de cantar Pabellón Séptimo (Relato de Horacio)


Gritamos, saltamos y nos abrazamos, y yo no podía perder la sonrisa y la emoción. Hasta hice algo parecido a un pogo!

Después, el Indio canta su último tema, y me impresiona que nadie pide ni un bis: la gente sale pacífica y armoniosamente, miles y miles caminando llenos y felices. Terminó el recital, los abrazos, las despedidas, y como había decidido volver directamente, me metí un rato en el auto para recuperar el calor corporal. Una hora y media después, llegué a la Ruta 7, y el cartel: 1048 kilómetros hasta Buenos Aires. Comenzaba la vuelta. 

Día 7: San Martín-Buenos Aires y final: 

En una estación de servicio cerquita del Autódromo, paro para dormir y esperar que se haga de día. Me acomodo, prendo cada tanto la calefacción, y se hacen las 5.

Y así voy, manejando y parando cuando siento que no puedo más. No tengo nada para comer, daría muuucho por un mate con criollitos, pero cada estación de servicio por la que paso está cerrada ante el temor por la horda ricotera. Empiezo a odiar a los servicentros vigilantes. En Fraga, San Luis, logro llenar el termo con agua para el mate, después de una hora de espera para llegar al único expendedor funcionando. Todos los chicos y chicas que bajan de los micros tienen una paciencia envidiable: hacen colas eternas, recorren los alrededores buscando pan y fiambre, esperan tranquilamente al lado de las decenas de micros que voy viendo parados y rotos en las banquinas. 

Manejé con niebla, lluvia... y nieve!


Manejaba, y cuando sentía que no podía más, paraba a dormir a la vera de la ruta, en compañía de camioneros y afines.

En Vicuña Mackena (Córdoba) y en Vedia (Buenos Aires) vi policías camineros pidiendo documentos con armas largas, y camionetas ridículamente camufladas para la guerra. Y, siempre, a lo largo de los 1000 kilómetros y pico. micros y autos y camionetas ricoteras, llenas de gente tranquila y paciente y feliz. En Laboulaye paré a cargar nafta y a almorzar. El playero de la YPF me recomendó una parrillita que yo no había visto: glorioso menú a 50 pé. Ahí también había un grupo de ricoteros en ruta, la imagen misma del gruipete de amigos unidos por el Indio, el fútbol y un buen asado.


Después, puro agotamiento. No daba más, pensaba que no llegaba, sobre todo cuando se hizo de noche, y llovía. El cd que nos regalaron en la Rock & Pop, un compilado de las canciones del Indio, un poco de Silvio, y los partidos de fútbol relatados por Víctor Hugo (Boca/Racing) y Jorge Alcapallo (Arsenal/River) me mantuvieron despierta. Y a las 11 de la noche llegué a casa, fin del viaje y fin de la crónica.