domingo, 19 de mayo de 2013

SOBRE EL PC, LA FEDE Y LA DICTADURA

Veo que empieza a discutirse de modo miserable la actitud del PC durante la dictadura. Acabo de ver un rt de Altamira mencionando un supuesto cantito "Videla, Viola este es un golpe piola". Solo voy a decir que milité en la Fede desde febrero de 1978 hasta 1990. Fui solidaria con la revolución sandinista, pinté paredes a favor del FMLN de El Salvador, fui a la puerta de Rigolleau a dejar volantes llamando a la huelga, hice volantes por la aparición con vida de los desaparecidos, contra la consigna oficial de "esclarecimiento de la situación de los desaparecidos", difundí la revista Aquí y Ahora, que dirigía Jorge Sigal, que hoy escribe en Clarín, y leía la revista Vamos, que dirigía José Antonio Díaz, que hoy pontifica de la mano de Leuco y hace 30 años, además de escribir notas ensalzando a Bussi, daba clases en las escuelas del Partido y la Fede. Pedí por los presos políticos, milité por Malvinas y la paz. Me metí en barrios, villas y colegios, tratando de organizar por las reivindicaciones de cada lugar. Me levanté a las 6 de la mañana para ver cómo marchaba un paro, y me fui orgullosa y feliz a Nicaragua en la Brigada del Café. Hice huelga de hambre por la libertad de los presos políticos, cuando me mandaron a militar en la Liga, y aprendí a hacer mate compartiéndolos con ellos, en Devoto. Aprendí a amar a la gente humilde, a comprender cómo son las cosas, qué peleas hay que dar. Me hermané con hijos y familiares de desaparecidos, desde mi militancia en la Liga. Aprendí a respetar y conocer las luchas de otros pueblos: Cuba, los palestinos, nicas, chilenos y uruguayos. Estuve presente en algunas de sus luchas, corrí bajo los gases que les tiraban a ellos. Trabajé en el periódico partidario, y aprendí algo de un oficio que amo y que nunca abandoné del todo, escribiendo notas que eran un modo de militancia. También repetí cosas en las que no creía del todo, pero que acepté considerando que yo sabía menos que mis dirigentes, en quienes confiaba. Conozco casos de enorme heroísmo, y otros miserables. Me equivoqué, discutí, peleé: no acepté las explicaciones oficiales sobre Polonia, por ejemplo, y me acuerdo que alguien que hoy es muy combativo, me acusó de "no entender", por mi reformismo pequebú. Como otros y otras decenas de miles, no entregué a nadie, no llevaba encima mi carné para salvarme de nada, nada de lo que hice o dije me resulta indigno. Aún con errores terribles, reivindico mi militancia, la inmensa mayoría de la gente con la que la compartí, y las convicciones y compromiso que puse allí, en esos años en los que me formé como persona y como militante.

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